Capítulo 484
La Aurora de antaño, vestida siempre sencilla, sin gustos por el lujo, desprendía ese aroma a vida cotidiana de principio a fin. Sus ojos no podían ocultar el cansancio y las cicatrices del tiempo, además de un aire de cálculos insondables.
Sin embargo, la Aurora de hoy, lucía ropas y joyas de la más alta calidad del mundo. Su aura se había transformado, ahora emanaba una frescura y elegancia natural, sin rastro de artificio. El cansancio y las marcas del tiempo en sus ojos habían desaparecido, reemplazados por una
inocencia cristalina.
Cynthia observaba asombrada, preguntándose cómo era posible que, en tan poco tiempo, Aurora hubiese cambiado de manera tan radical.
Aurora miró a Fabiola, cuya delgadez le provocaba una compasión profunda. Había odiado y resentido a esta mujer, pero la Aurora de ahora no quería seguir aferrada al pasado. No era que se sintiera magnánima, sino que valoraba la felicidad que tanto le había costado conseguir. Quería hacer el bien, acumular bendiciones para ella y su hija, tal vez así podría cambiar su trágico destino.
“¿Cómo quieres que te ayude?“, preguntó Aurora.
Fabiola se deslizó de la silla de ruedas, cayendo de rodillas frente a Aurora, y entre lágrimas dijo: “Tu padre tiene cáncer en etapa terminal, no le queda mucho tiempo. Solo deseo que pueda tener paz en sus últimos momentos. ¿Podrías darme algo de dinero para poder seguir en este sanatorio?”
Cynthia, siempre vanidosa, se sintió humillada porque Fabiola no la escuchó y fue a pedirle ayuda a Aurora. La levantó bruscamente y la colocó de vuelta en la silla de ruedas, con una rudeza desmedida. Furiosa, le gritó a Fabiola: “¿Por qué le ruegas a ella? ¿Has olvidado quién nos llevó a esta situación tan miserable? ¿Cómo crees que ella podría ayudarte?”
Aurora vio cómo el brazo de Fabiola era lastimado por el filo de un tornillo sobresaliente de la silla de ruedas, pero solo frunció el ceño antes de mirarla con esperanza.
Aurora conocía bien esa mirada; ella misma la había dirigido a otros en situaciones desesperadas, buscando ayuda.
“Está bien. Te ayudaré“, dijo Aurora.
Fabiola, entre lágrimas de alegría, agradeció: “Gracias, Marina.”
Cynthia miraba, incrédula, como si el acto de bondad entre Aurora y Fabiola fuera una bofetada
en su rostro.
“Aurora, él es mi padre. Solo yo tengo derecho a decidir su destino“, dijo Cynthia con autoridad.
Aurora entonces miró a Gabriel: “Si tu padre supiera que su adorada hija, por quien se esforzó toda su vida, lo abandonaría en su momento más difícil por un poco de dinero, ¿crees que se arrepentiría de no haberte abandonado al nacer?”
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Capítulo 484
El rostro de Cynthia pasó de pálido a rojo de ira.
Fabiola, recuperando fuerzas, condenó a Cynthia con la mirada: “Cynthia, finalmente veo tu verdadero rostro. Jamás pensé que podría dar a luz a alguien tan despiadado y egoísta.”
Cynthia, sintiéndose traicionada por todos, respondió con indignación: “Está bien, si soy una desalmada, deja que Aurora se encargue de ti.”
Aurora replicó sin dudarlo: “Por supuesto.”
Y así lo hizo, llamando inmediatamente al encargado del sanatorio: “Estos ancianos no necesitan ser dados de alta. Además, asignen dos cuidadores personales para ellos, el dinero no es un problema.”
El encargado sacó su calculadora rápidamente y empezó a sumar: “Señorita, el caso del señor Chávez es especial, necesita chequeos constantes, intervención de equipos médicos y personal disponible todo el tiempo para garantizar su seguridad. Con todo incluido, más el cuidado y manutención de su madre, el costo mensual sería de 180,000 pesos. ¿Por cuántos meses pagará?”
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