Capítulo 182
Saúl siempre había tenido fama de bravucón desde sus días escolares Olimpia, su madre, lo había consentido tanto que logró implantarle la idea de que, como heredero de la familia Montoya, podía hacer y deshacer a su antojo.
En la Escuela de Negocios de Los Cabos, su posición le había permitido comportarse como un pequeño tirano. Pero ahora estaba en un ambiente muy distinto.
“¿Dónde cree que está?” pensaban los presentes con desdén. El Salón Real era un punto de encuentro exclusivo de la alta sociedad, donde incluso poner un pie requería cumplir con estrictos estándares de etiqueta y clase.
Sin embargo, haciendo gala de su falta de tacto, Saúl había traído a un grupo de compañeros de clase de familias ordinarias. Esta transgresión de las normas sociales tácitas ya había provocado el disgusto entre los distinguidos invitados.
Para la élite presente, en un evento de la categoría de El Salón Real, los amigos de Saúl simplemente no tenían cabida. Su mera presencia era una afrenta a la exclusividad del lugar
Con el juicio nublado por otra copa de champán y aprovechando que Ainhoa se dirigió al tocador, Saúl hizo una seña a sus secuaces para interceptarla.
-Vamos a ver qué pasa -murmuró Esther, guiando discretamente a Clara hacia donde se desarrollaba la escena.
Observaron cómo los hombres de Saúl, cual depredadores, ya habían acorralado a Ainhoa contra una esquina.
-Saúl, ¿qué pretendes hacer? -demandó Ainhoa, manteniendo la compostura a pesar de la
situación amenazante.
La falta de temor en el rostro de la joven solo sirvió para alimentar la ira de Saúl.
-¿Que qué estoy haciendo? La familia Montoya te ha honrado al considerarte como mi prometida, ¿y así me lo pagas? -escupió las palabras con desprecio.
Embriagado y fuera de sí, Saúl intentó forzar un beso, sujetando bruscamente a Ainhoa por los
brazos.
Los amigos del heredero Montoya comenzaron a vitorear la escena, sin esperar que Ainhoa, demostrando un carácter templado en acero, le propinara una sonora bofetada a Saúl.
La marca rojiza se dibujó casi instantáneamente en la mejilla del joven, mientras sus secuaces se preparaban para “darle una lección” a la altiva señorita Llorente.
Ainhoa, aprovechando un momento de confusión, Intentó escabullirse entre ellos.
La humillación del rechazo transformó el rostro de Saúl en una máscara de furia ciega. Justo cuando su mano se extendía para jalar violentamente el cabello de Ainhoa, la voz de Esther cortó el aire como un látigo:
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Capítulo 182
-¡Saúl! ¿Qué crees que estás haciendo?
El tono de Esther, perfectamente modulado para llamar la atención sin causar un escándalo, fue suficiente para que los presentes giraran sus cabezas hacia la escena,
La familia Llorente, que ya se había aproximado al notar la conmoción, palideció al ver a su hija corriendo hacia ellos con el cabello revuelto y el rostro desencajado. El semblante del
presidente Llorente se transformó en una máscara de ira contenida.
-¡Esther! ¡Traidora! -rugió Saúl, quien ya albergaba un profundo resentimiento hacia su hermanastra. La intervención que frustraba sus planes solo intensificó el odio en su mirada.
Los invitados observaban atónitos cómo Ainhoa se refugiaba entre lágrimas en los brazos protectores de la señora Llorente. Un silencio sepulcral se apoderó del salón.
Cuando Olimpia regresó a la escena, notó de inmediato las miradas acusadoras dirigidas hacia ella. Aún ignorante de la atrocidad cometida por su hijo, sus ojos se posaron en la figura
temblorosa de Ainhoa.
-Mi corazón… ¿qué te ha pasado? ¿Por qué lloras así? -se acercó Olimpia con fingida preocupación maternal, intentando consolar a la joven.
Pero Ainhoa solo mostró repulsión ante su cercanía, retrocediendo como si el tacto de Olimpia
quemara.
-¡Señora Olimpia! -intervino la señora Llorente con voz helada-. Vinimos con buena fe a la fiesta de cumpleaños de su hijo, ¡y él ha insultado a mi hija de esta manera! ¿Qué pretende la familia Montoya?
-¿Qué? ¿Insulto… qué insulto? -balbuceó Olimpia, quedándose paralizada ante la magnitud del escándalo que se avecinaba.
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