Capítulo 171
“¿Cómo podría el presidente De la Garza invitar a Saúl a su casa a tomar bebidas?“, se preguntó Bianca con incredulidad. Si algo así llegara a saberse, sería una burla para la familia De la Garza.
Sin embargo, al recordar la actitud descarada de Olimpia, Bianca tuvo que admitir que tal escenario no era del todo imposible. “Olimpia y su hijo realmente no tienen vergüenza“, pensó con desdén.
-Señorita Montoya, por favor… venga conmigo -indicó Bianca, guiando a Esther hacia el piso superior.
Los empleados cercanos observaron la escena con asombro mal disimulado. Nadie esperaba que Esther pudiera acceder tan fácilmente al área ejecutiva, especialmente considerando que antes el presidente De la Garza jamás la había invitado a pasar con tanta facilidad.
-¿No decían que el presidente De la Garza detesta a esta prometida? ¿Por qué siento que hasta Bianca le tiene algo de miedo? -susurró una voz entre la multitud.
-Se aprovecha de ser la hija de la familia Montoya, por eso aquí hace lo que quiere. ¡Pero qué diferente a cuando antes tenía que hacer reverencias! -comentó otro empleado en voz baja.
-¡Sí! Antes esta señorita Montoya venía a nuestra empresa y se pasaba horas esperando al presidente De la Garza -recordó un tercero con malicia.
Bianca escuchaba claramente los murmullos mientras caminaban. Su mirada se posó sobre Esther, esperando detectar algún signo de molestia o incomodidad. Para su sorpresa, Esther avanzaba con paso firme, como si los comentarios fueran simples ráfagas de viento.
Durante este tiempo, Bianca había notado cambios significativos en Esther. Si antes estos comentarios maliciosos la hubieran hecho encogerse de vergüenza y buscar una salida rápida, ahora su rostro mostraba una serena indiferencia que resultaba desconcertante.
-Señorita Montoya, hemos llegado anunció Bianca, conduciéndola a una amplia sala de descanso.
Tras asegurarse de que nadie los descubriría allí, Bianca se dirigió a la oficina del director general.
-¿Ya llegó? -preguntó Samuel sin levantar la vista de sus documentos.
-La señorita Montoya… ya está aquí -confirmó Bianca con cautela.
-¿Dónde está?
-En la sala de descanso de al lado.
Samuel detuvo abruptamente su escritura y levantó la mirada, sus ojos grises destellando con frialdad.
-¿Cuándo te dije que le prepararas una sala de descanso? ¿No entiendes lo que te digo? -su
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voz cortó el aire como un cuchillo.
-Presidente De la Garza -Bianca bajó el tono instintivamente-, la señorita Montoya dijo que si usted estaba ocupado, ella se iría… También mencionó que esta noche la familia Montoya ya había organizado un banquete en El Salón Real, y que si usted no quería soltarlos, simplemente dirían que el presidente De la Garza invitó al futuro cuñado a tomar algo…
-¡Tonterías! -Samuel golpeó los documentos contra el escritorio con fuerza, haciendo que Bianca se sobresaltara.
La asistente sabía que la sugerencia era absurda. La posición del presidente De la Garza era demasiado elevada como para verse envuelto en semejante escándalo. Sin embargo, considerando que todos ya sabían que Saúl era el cuñado de Samuel, si Esther esparcía ese rumor entre los invitados, seguramente le creerían.
-¿Así que Esther realmente piensa que ya no puedo hacerle nada? -la voz de Samuel destilaba amenaza.
Bianca permaneció en silencio, consciente de la tensión que cargaba el aire.
-¿Dónde tiraron nuestros hombres a Saúl? -preguntó Samuel, su mirada acerada fija en el horizonte.
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