Capítulo 178
-¿No es por ti que estoy indignada? Mira cómo esos dos se pavonean, cualquiera pensaría que están forrados. ¡Y todo lo que están gastando es de la herencia que tu papá te dejó! ¿No te enojarías tú?
-La verdad, no me enoja -respondió Esther con serenidad.
Gracias a que Olimpia le daba tanta importancia al qué dirán, Esther había logrado que sacara de su bolsillo doce millones de pesos voluntariamente para recuperar el dinero que había malversado antes.
En cuanto a hoy… Esther esbozó una leve sonrisa. Decidió ser solo una espectadora y disfrutar de este drama que se desenvolvía ante sus ojos.
-Presidente Llorente, señora Llorente -saludó Olimpia al distinguir al presidente del Grupo Llorente no muy lejos.
El Grupo Llorente era una figura prominente en Cancún, con una posición muy estable, y Ainhoa Llorente era precisamente la heredera del imperio familiar. Alguien como ella, nacida en cuna de oro, con excelentes credenciales académicas y siendo hija única, había sido mimada toda su vida. Sin embargo, contra todo pronóstico, era humilde, cortés, amable y generosa.
Con tales cualidades personales, no era solo Olimpia quien la miraba con interés; incluso otros directores ejecutivos ya la consideraban como potencial nuera. Inicialmente, Montserrat también había mostrado interés en Ainhoa, pero aunque ella era gentil, también era independiente y se negaba a ser una simple ama de casa. Con el apoyo incondicional de sus padres, resultaba difícil de manipular, así que Montserrat había descartado la idea.
Si no fuera porque Olimpia había gastado una fortuna en reservar el salón de banquetes de El Salón Real, los Llorente no habrían traído a su hija.
-Este es mi hijo, Saúl -anunció Olimpia, indicándole a su hijo que se acercara.
-Presidente Llorente, señora Llorente, un placer -saludó Saúl con fingida cortesía.
Luego, dirigió su mirada hacia la hermosa Ainhoa y le extendió la mano.
-Señorita Llorente, un placer, mi nombre es Saúl.
-Mucho gusto -respondió Ainhoa con cortesía profesional.
El contacto entre sus manos fue apenas un roce de las puntas de los dedos; era evidente que Ainhoa no sentía el menor interés por Saúl. Y no era para menos: Saúl tenía una pésima reputación en el círculo social, no solo por sus malas calificaciones, sino por ser un holgazán rodeado siempre de compañías cuestionables.
Esther recordaba claramente. En su vida anterior, Saúl había codiciado a Ainhoa, pero ella lo detestaba profundamente. Esa noche, bajo el efecto del alcohol y alentado por sus compinches, Saúl había intentado propasarse con ella. Pensaba que forzando un hecho consumado, obligaría a la familia Llorente a casar a su hija con él, sin imaginar que Ainhoa
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resistiría hasta el final, frustrando sus planes y desatando un escándalo mayúsculo.
Los Llorente habían venido por cortesía hacia Samuel, pero no esperaban que Saúl fuera semejante patán, por lo que se convirtieron en enemigos acérrimos de la familia Montoya. Si en su vida anterior no hubiera sido por su intervención, soportando los insultos de los patriarcas Llorente, Saúl habría terminado tras las rejas.
Pero en aquel entonces, su devoción hacia Olimpia y su hijo no les había ganado ni un ápice de gratitud. Al final, esos ingratos huyeron con el dinero cuando la familia Montoya quebró, dejándola a ella con todo el desastre.
Al recordarlo, los ojos de Esther se tornaron gélidos. Esta vez, definitivamente no sería tan ingenua de sacrificar su dignidad por Saúl. Ya que la otra parte nunca tuvo la intención de tratarla como a una verdadera hermana, entonces que él mismo enfrentara las consecuencias
de sus actos.
-Saúl, ya ves que la señorita Llorente no está muy familiarizada con este lugar, ¿por qué no la llevas a dar una vuelta? -sugirió Olimpia, ansiosa por darles la oportunidad de estar a solas.
Sin embargo, no esperaba que Ainhoa respondiera con una sonrisa serena:
-No se preocupe, señora, yo vengo aquí a menudo. Más bien, creo que el señor Montoya no está muy familiarizado con el lugar, ¿verdad?