Capítulo 173
El rostro de Samuel estaba tan cerca que Esther podía sentir su aliento sobre sus labios. Si hubiera sido la Esther de antes, sus mejillas ya estarían teñidas de un intenso carmesí ante tal proximidad. Sin embargo, esta vez simplemente lo empujó con firmeza.
-Presidente De la Garza, esto es una empresa. Por favor, tenga un poco de respeto -dijo frunciendo el ceño, su voz tan fría como el hielo.
-¿Quieres que tenga respeto? -Samuel soltó una risa sarcástica, como si acabara de escuchar el mejor chiste del mundo.
Se acercó nuevamente a ella, su presencia imponente llenando el espacio entre ambos.
-¿Quién era la que venía tres veces al día a la empresa a buscarme, esforzándose cada día por agradarme? ¿En ese momento cómo es que no sabías tener un poco de respeto, eh?
Notando que Samuel se aproximaba cada vez más, Esther se deslizó hacia un lado con elegancia calculada.
-En ese tiempo era joven y no entendía -respondió con voz serena-. Presidente De la Garza, por favor no me culpe.
Lanzó una mirada evaluativa a su alrededor antes de añadir:
-Presidente De la Garza, estamos en el baño de mujeres. Aunque tengamos que hablar de negocios, ¿no es un poco incómodo aquí?
Samuel la observó fijamente por un momento, su mirada volviéndose más analítica con cada segundo que pasaba.
-¿Presidente De la Garza?
-Ven a mi oficina -ordenó él, recuperando su habitual compostura autoritaria.
Esther lo siguió hasta su oficina. Samuel tomó asiento tras su imponente escritorio de caoba.
-Saúl te secuestró ayer -declaró con voz grave-. Según lo que dicta la razón, debería enviarlo a la cárcel.
En el pasado, Esther había adorado ciegamente a su hermano menor. Sin importar lo que Saúl hiciera, ella siempre limpiaba sus desastres como una sirvienta fiel. A pesar de la constante hostilidad de Saúl, Esther se había mantenido obediente y sumisa ante él.
Samuel observó atentamente la reacción de Esther ante sus palabras.
-Según la razón, es verdad -respondió ella con calma mientras tomaba asiento frente a él- Yo también quisiera enviarlo a la cárcel.
No mentía. Desde que renació, había deseado ver tras las rejas tanto a Olimpia como a su hijo.
1/2
En esta nueva vida, ya había hecho todo lo humanamente posible por lidiar con ese par.
Al recordar cómo en su vida pasada había adorado tanto a Saúl, creyendo ingenuamente que la sinceridad sería correspondida con sinceridad, solo para que él terminara arruinando los negocios de su padre mientras Olimpia huía con él y el dinero, una sonrisa irónica se dibujó en sus labios.
-Originalmente, quería llamar a la policía -continuó-, pero no pude resistirme a las súplicas de la señora. ¿Qué podemos hacer? Si nuestra familia Montoya solo tiene este único hijo, ¿verdad?
-Pero, ¿cómo escuché que Saúl no es realmente de la familia Montoya? ¿Qué es tu medio hermano sin ninguna relación de sangre?
-Aunque Saúl y yo no tenemos los mismos padres -respondió Esther con calculada precaución-, después de todo, él también lleva el apellido Montoya. Esto es un asunto vergonzoso, si se propaga, ¿cómo podré levantar la cabeza en el futuro? Presidente De la Garza, usted y yo estamos comprometidos, seguro que no quiere escuchar rumores sobre cómo su prometida casi fue deshonrada, ¿verdad?
En su círculo social, los rumores tenían una manera peculiar de distorsionarse y expandirse. Aunque Esther había salido ilesa del incidente, si la noticia se propagaba, no había garantía de que la gente no lo convirtiera en un escándalo mayor. En ese caso, Samuel también se vería afectado al tener una prometida con la reputación manchada.
-Está en el sótano de la familia De la Garza -cedió finalmente Samuel.
-Muchas gracias, Presidente De la Garza.
Al ver que Esther se levantaba para marcharse tan pronto obtuvo la información que buscaba, Samuel frunció el ceño.
-¿Viniste aquí esta vez solo para preguntar sobre esto? -inquirió, su voz teñida de una mezcla de irritación y curiosidad.
14414