Capítulo 494
Hablaba con calma: “Pero cuando se trata de comprarle lujos y joyas caras a Amparo, nunca dices nada.”
Ricardo apretaba los puños, queriendo replicar, pero se daba cuenta, de manera lamentable, que cada palabra de Ofelia tenía sentido.
“Siempre dicen que donde un hombre gasta su dinero, ahí está su amor.” Continué con calma. “Pensándolo bien, debes seguir amando a Amparo.”
Ricardo me miraba fijamente y preguntaba: “¿Pero acaso no te trataba bien cuando estábamos juntos?”
Meditaba antes de responder: “Antes de estar con Camilo, no sabía qué era bueno o malo; solo pensaba que si tú me tratabas de esa manera, tal vez estaba buscando a alguien que me tratara peor que tú.”
“Así que no importaba cómo me lastimarás, yo lo soportaba.”
“Después de empezar mi relación oficial con Camilo, fue que entendí que cuando un hombre ama a una mujer…”
“Realmente se desvive por hacerla feliz.”
“Nunca usaría la excusa de ser un hombre sencillo para evitar regalos románticos y citas.”
“En los detalles del día a día, también estaría siempre atento.”
Decía esto, mirando fijamente a Ricardo: “Y entonces, me di cuenta de que realmente no me tratabas bien.”
“Cada uno de los días de esos seis años fue terrible.”
Ricardo movió los labios, pero al final no logró decir nada.
Al ver su expresión, sonreí levemente: “Viendo cómo tratas a Amparo, se nota que tu amor por ella es sincero.”
“Cuando veías a Amparo enfrentarse a un trato injusto en la empresa, seguramente te dolía y pensabas en devolverla a la cima.”
“Para que todos la admiraran y adoraran.”
Hablé más despacio: “Ya me lo esperaba, así que cuando realmente lo hiciste, no me sorprendió.”
Ricardo enfatizaba palabra por palabra: “¡Decir que no la envidias es mentir, en realidad sí la envidias! ¡La celas! ¡La odias!”
Cada palabra la pronunciaba con fuerza.
Como si de esa manera pudiera probar que él no estaba equivocado, ¡el error era de Ofelia!
1/2
Capítulo 494
No entendía por qué decía eso, pero tampoco tenía intención de profundizar: “Si pensar eso te hace sentir mejor…”
“Pues piénsalo.”
Ricardo se quedó callado, solo mirándome.
Entonces, miré a Camilo que estaba a mi lado: “Ustedes sigan, yo me voy a dar una vuelta.”
La verdad, aunque ya había ajustado mi actitud hacia Ricardo, prefería no estar demasiado tiempo con él.
Siempre terminaba diciendo cosas que no podía entender.
“Claro.” Camilo también sentía mi desagrado hacia Ricardo y me hacía señas para que me
fuera: “Adelante.”
Al salir de la oficina, justo vi a Helena que salía apurada del ascensor.
Los ojos de Helena se iluminaron al instante: “¿Cómo es que estás aquí?”
“Salí a caminar.” Le respondí sorprendida: “¿Y tú? ¿Viniste a buscar a Camilo?”
Helena tomó mi brazo: “Vine a buscarte, para compartir contigo una noticia increíble.”
Pregunté, siguiéndole el juego: “¿Ah, sí?”
Helena miró a su alrededor, asegurándose de que no hubiera nadie, y rápidamente me llevó a un rincón desolado. Su voz era baja, pero no podía ocultar su alegría: “Hace un momento, un amigo me envió un mensaje…”
“¡A Damián le cortaron la asignación!”
“¡Su papá incluso anunció públicamente que quien le preste dinero a Damián, deberá cobrárselo a él!”
“¡Definitivamente no ayudará a Damián a pagar sus deudas!”
“Lo que significa…”
Helena sonreía maliciosamente: “¡Que en el futuro Damián podría terminar siendo más pobre que yo!”
Solo con pensar en ese hombre que, hace unos días, apareció frente a ella fanfarroneando con su novia y que ahora enfrentaría días difíciles, ¡su corazón rebosaba de alegría!
Después de todo, en este mundo, no hay nada más satisfactorio que ver a la persona que detestas enfrentarse a la mala suerte.
212