Capítulo 456
Valentina Pérez se encontraba frente a la puerta de la mansión de Isabel Heredia, tomó una profunda respiración y luego presionó el timbre.
En esos días, cada vez que recordaba cómo había hablado de Ofelia y cómo esta la había llevado directamente a la comisaría, sentía una opresión en el pecho.
¡Qué indignación!
Mujeres como Ofelia, que no aportaban nada al hogar…
¡Deberían caer en desgracia lejos de sus hijos!
Preferentemente, vagando por las calles, pasando hambre.
Valentina no podía entender cómo Ofelia había logrado tener una vida tan plena.
Lo que más le molestaba era que aquella mujer, que siempre había sido sumisa ante ella, ahora se atrevía a alzar la voz.
¿De dónde sacaba Ofelia semejante audacia?
“¿Quién es?“, preguntó Isabel sin prisa por abrir.
Valentina había ido a buscar a Isabel con un solo propósito:
Persuadirla para que también maltratara a Ofelia.
Solo así, su corazón encontraría algo de paz.
Valentina forzó una sonrisa: “Soy yo, la exsuegra de Ofelia.”
“No la conozco“, Isabel no había tenido contacto previo con Valentina. “Creo que te has equivocado de persona.”
“¡Para nada!” Valentina se apresuró a negarlo.
Temerosa de ser ignorada, se explicó rápidamente: “Ofelia es la actual novia de Camilo, imagino que no has tenido mucho trato con ella y no sabes realmente cómo es.”
“Pero yo la conozco muy bien…”
Al escuchar esto, Isabel instruyó al guardia de seguridad para que abriera la puerta.
Valentina, aliviada, avanzó con paso firme hacia el salón donde Isabel, a pesar de sus cincuenta años, lucía aún joven y descansaba en el sofá con una mascarilla facial. Valentina sintió un pico de envidia.
Isabel le lanzó una mirada rápida: “Di lo que tengas que decir.”
“Siendo ambas exsuegras de Ofelia…” Valentina intentó acercarse a Isabel: “Ofelia nos ha hecho pasar malos ratos, ¿verdad?”
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Capitulo 456
Isabel, que tenía mucho que decir al respecto, se incorporó para responder, pero recordó las palabras de su hija.
Dependía completamente de Camilo para su subsistencia…
Si llegaba a enfadar a Camilo hasta el punto de que este se negara a darle dinero…
Resultaría en tener que vender la empresa de su hija.
Isabel, no queriendo ser una carga, se recostó de nuevo: “¿Te ha maltratado en casa?”
“Por supuesto.” Valentina no ocultó su desprecio: “Hablando sinceramente, una mujer de la condición de Ofelia no merece a mi hijo.”
“¡Mucho menos al tuyo!”
Isabel se complació interiormente con el comentario de Valentina, pero se limitó a emitir un débil: “¿Ah sí?”
Valentina, sin más, vertió todas sus quejas y frustraciones: “Pero Ofelia tiene una cara dura increíble.”
“Mi hijo intentó dejarla varias veces, pero ella o lloraba o se hacía la víctima.”
“Mi hijo, de buen corazón, no soportaba verla llorar…”
“Y así, a regañadientes, accedió a casarse con ella.”
Isabel frunció el ceño, pensando para sí que si su hijo era tan indeciso, poco podía culpar a los demás.
Aitana Heredia, desde la cocina, originalmente planeaba preparar un té para Valentina, pero al escuchar sus palabras, sus ojos destellaron desaprobación.
¿Acaso no era suficiente con tratar a su hijo como un tesoro a su edad?
Aitana observó la elegante taza de porcelana, pensándolo mejor, optó por un vaso desechable de plástico, lo llenó con agua caliente y lo llevó al salón, entregándoselo a Valentina.
Valentina, después de discutir hasta quedarse sin saliva, tomó el vaso que Aitana le pasó, sonriendo mientras decía: “Gracias.”
“Al menos esta pequeña sabe lo que es la cortesía.”
“Es perfecta para mi hijo.”
Aitana casi se revuelca los ojos, y se sentó al lado de Isabel.
Isabel, siempre protectora con su hija, al oír a Valentina decir eso, frunció el ceño y replicó: “Tu hijo, aparte de haberse divorciado, no tiene la capacidad de trabajo de mi hija.”
“¿Y dices que mi hija es justo lo que tu hijo necesita?”
“Abre los ojos y mira bien, la situación actual es que tu hijo no está a la altura de mi hija, ¿entendido?”
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