Capítulo 151
El pequeño grupo permanecía de pie en la entrada del Clair de Lune, envuelto en una atmósfera de aparente casualidad que ocultaba corrientes más profundas de tensión y expectativa.
“¡Vamos a la cafetería!” propuso Romeo, rompiendo el momento de indecisión colectiva.
La sugerencia fue recibida con asentimientos generales, y pronto los cuatro se dirigieron hacia el establecimiento cercano. Ariel, en un gesto de galantería natural, se ofreció a empujar la silla de ruedas de Beatriz.
Romeo observó este detalle con interés calculado. Aprovechando un momento oportuno, se acercó a Ariel y susurró: “¿Estás completamente seguro?”
Para Romeo, la identidad de Beatriz como la misteriosa bailarina parecía irrefutable. Cada detalle encajaba perfectamente: su postura elegante, el peinado característico, la ropa idéntica… Incluso su presencia en Niza y su formación como bailarina parecían piezas perfectas de un rompecabezas predestinado. Las coincidencias parecían demasiado precisas para ser casuales.
Sin embargo, Ariel mantenía una cautela instintiva, consciente de que las coincidencias a veces juegan juegos extraños con la percepción. Su confirmación inicial al ver a Beatriz se había fortalecido durante su breve encuentro en la entrada. El aroma distintivo de gardenias Virgi que había percibido en ese momento era idéntico al que recordaba del encuentro en el restaurante. Era un detalle pequeño pero significativo que reforzaba su convicción.
“Es ella,” confirmó Ariel con una sonrisa suave, asintiendo hacia Romeo.
Beatriz, desde su posición en la silla de ruedas, había estado atenta a cada palabra intercambiada tras ella. La confirmación de Ariel provocó un suspiro de alivio apenas perceptible. Sus ojos se encontraron brevemente con los de Leonor, compartiendo un
momento de triunfo silencioso.
Su confianza nacía de un conocimiento profundo: mientras Lydia permaneciera en las sombras, ella podría ocupar su lugar sin problemas. Había estudiado meticulosamente cada aspecto de Lydia, memorizado cada gesto, cada expresión. Más aún, las modificaciones quirúrgicas que había realizado, inspiradas en los rasgos de Lydia, le otorgaban un setenta por ciento de similitud física. La combinación de este parecido físico con su imitación cuidadosamente estudiada la hacía prácticamente indetectable. Solo la aparición de la propia Lydia podría
desenmascararla.
Ya en la cafetería, Ariel inició la conversación con naturalidad. “¿Viniste a Niza de vacaciones?” Beatriz adoptó una pose tímida, bajando la mirada con estudiada modestia.
Leonor intervino con una sonrisa profesional. “Soy su tía y agente. Vinimos para filmar material promocional y construir su presencia internacional antes de su debut.”
Ariel, previamente informado por Romeo sobre el contrato de Beatriz con Aurora Art Films,
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asintió comprensivamente. Como artista establecido, entendía perfectamente las
complejidades del proceso de debut. El talento excepcional de Beatriz para la danza merecía ser compartido con un público más amplio.
“Tengo contactos en Super Diva,” ofreció Ariel. “Podría hacer algunas recomendaciones si te
interesa.”
Los ojos de Beatriz se iluminaron con genuino entusiasmo. Super Diva, el prestigioso programa de talentos de Plataforma–X, era conocido por transformar a sus participantes en estrellas. De las cien concursantes iniciales, solo seis alcanzaban la gloria del debut oficial. Beatriz ya había considerado participar, pero contar con el respaldo de alguien como Ariel podría asegurarle no solo una posición entre las finalistas, sino posiblemente el codiciado puesto central.
“¿Lo dices en serio?” preguntó, sin poder ocultar la ambición que brillaba en su mirada. “¿No sería una molestia?”
Ariel observó esa ambición sin prejuicios. En la era moderna, la ambición era prácticamente un requisito para el éxito.
“En absoluto,” respondió con una sonrisa cálida. “Es cuestión de hacer una llamada. Concéntrate en tu recuperación por ahora – una lesión como la tuya necesita tres meses, que coincide perfectamente con el calendario de Super Diva. Para tu noche de debut, podría acompañarte al piano.”
La promesa implícita de impulsar su carrera flotó en el aire, más poderosa por quedar sin pronunciar.
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