Capítulo 139
En los últimos momentos antes de que la consciencia lo abandonara, los ojos oscuros de Dante permanecieron clavados en Silvia con una intensidad sobrenatural. “¿Dónde está Lydia?” La pregunta flotó en el aire como una maldición, cargada con una desesperación que rozaba lo demencial.
Silvia se estremeció involuntariamente. Este Dante era irreconocible – la presencia imponente y rebelde que siempre lo había caracterizado se había transformado en algo siniestro y aterrador. Su mirada prometía violencia, como si estuviera dispuesto a desatar el infierno mismo si no obtenía la información que buscaba.
El corazón de Mateo latía desbocado mientras observaba a Dante desplomarse. Los signos eran inconfundibles: después de más de una década de estabilidad, la antigua enfermedad de Dante había resurgido con venganza. “¿Por qué ahora?”
“Llévenselo,” ordenó Mateo a los guardias con urgencia profesional, mientras su mente médica ya procesaba las implicaciones de este episodio. Antes de seguir a los hombres que cargaban el cuerpo inconsciente de Dante, se volvió hacia Silvia con una advertencia grave: “Mantente lejos por un rato, está loco.”
La ironía de la situación no escapaba a Mateo. Durante años, había observado la aparente indiferencia de Dante hacia Lydia, su fría desatención que sugería una total falta de interés emocional. Sin embargo, aquí estaba, su partida actuando como catalizador para despertar el monstruo dormido de su enfermedad mental.
La contradicción era desconcertante: si Lydia era tan insignificante, ¿cómo podía su ausencia provocar una crisis de tal magnitud? Y si era importante, ¿cómo explicar años de negligencia emocional? Como único heredero de la familia Márquez, el bienestar de Dante no era una preocupación que pudieran ignorar.
Tras la partida del grupo, Silvia emergió de detrás de Liam, sus ojos brillantes con comprensión naciente. “¿Hermano, Dante está enfermo, verdad?”
La expresión pensativa de Liam revelaba que él también estaba procesando la gravedad de la situación. El comportamiento de Dante había cruzado claramente la línea de lo racional. “Por ahora, mejor no salgas. Voy a organizar más guardias para la casa.”
El asentimiento rápido de Silvia revelaba que el terror de la experiencia aún no la abandonaba.
Mientras tanto, Mateo había trasladado a Dante a un hospital privado de élite, directamente a la clínica psicológica del Doctor Timothy Santos. “Timothy, tienes que ver a Dante, ha tenido un episodio,”
Timothy, una figura que emanaba serenidad profesional desde su bata blanca inmaculada, observó al paciente inconsciente a través de sus gafas de montura dorada. Su examen reveló tensión muscular y una expresión atormentada incluso en la inconsciencia – signos
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inequívocos de un episodio severo.
“¿Qué pasó?” preguntó, ajustando sus gafas con gesto preciso. “Hace más de una década que no sufre un episodio.”
“¿Sabías que Lydia se fue?” La resignación en la voz de Mateo era palpable.
La sorpresa de Timothy era genuina. “¿Por Lydia?”
El historial médico de Dante era bien conocido por ambos profesionales: un severo trastorno bipolar diagnosticado en la infancia, que Mateo había ayudado a controlar durante cinco años de dedicación intensiva. La estabilidad conseguida había durado más de una década – hasta
ahora.
La ironía médica era desconcertante. El trastorno bipolar de Dante tradicionalmente se manifestaba en una casi total ausencia de emociones. La idea de que la partida de Lydia pudiera desencadenar una crisis contradecía todo lo que sabían sobre su condición. Desde una perspectiva clínica, la capacidad de experimentar amor profundo debería estar severamente limitada en casos como el suyo.
“¿No lo crees, verdad?” La voz de Mateo mezclaba desesperación y perplejidad. “Yo tampoco.”
Como médico general, Mateo conocía los aspectos básicos de la condición de Dante, pero las profundidades psiquiátricas de su caso escapaban a su comprensión. La paradoja era desconcertante: un hombre supuestamente incapaz de sentir emociones profundas, completamente devastado por la pérdida de una mujer que aparentemente nunca había
valorado.
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