Capítulo 161
Al ver que Esther no mostraba resistencia, su captor se apresuró a acercarse, con un brillo depredador en la mirada.
-¡Ay! -protesto ella con voz suave. ¿Por qué tan brusco? ¿Qué te parece si mejor vamos allá
atrás?
La mirada seductora de Esther, calculada y precisa, había cautivado por completo a los tres hombres. Sus ojos café profundo brillaban con una promesa velada que les hizo perder toda precaución.
-¡Si, si! ¡Vamos allá! -accedió el captor con entusiasmo apenas contenido.
-Si vamos a jugar allá atrás -sugirió Esther con voz melosa-, ¿no deberías desatarme los pies primero?
Notando la vacilación en los ojos de sus captores, Esther dejó escapar un suspiro exasperado. -Ay, qué pesados -se quejó-. Si todavía tengo las manos atadas. ¿Acaso creen que puedo escapar? Ni que pudiera correr.
Convencidos por su lógica aparentemente irrefutable, rápidamente le desataron las cuerdas de los tobillos. Un destello de triunfo brilló en los ojos de Esther, tan fugaz que pasó desapercibido.
Liberada de sus ataduras inferiores, Esther se acurrucó en el abrazo del hombre con fingida. sumisión. -Vamos, hermanito -susurró seductoramente en su oído-, atrás te espero.
El hombre, perdiendo completamente la compostura ante sus palabras provocativas, la llevó hacia la parte posterior del lugar con prisa desmedida, tropezando en su precipitación.
Al llegar, Esther aprovechó para estudiar discretamente las luces de la calle opuesta. “Detrás de la Escuela de Negocios de Los Cabos“, pensó. “Saúl no pudo encontrar un lugar mejor que este“. La estupidez de su hermanastro la hizo sonreír internamente.
Antes de ser capturada, ya había alertado a Samuel. En menos de media hora, él podría rastrear su última ubicación y encontrarla. Además, Saúl había usado su llamativo deportivo para el secuestro. “¿Acaso quería que todos supieran que él estaba detrás de esto?“, se preguntó con ironia.
Cuando el hombre intentó besarla, Esther actuó con la velocidad de una serpiente. En un movimiento fluido, le cubrió la boca y la nariz con una mano mientras que con la otra utilizó su rodilla como punto de apoyo para inmovilizarlo, dejándolo sin posibilidad de gritar. Con precisión nacida de la experiencia, lo tumbó al suelo manteniendo la presión sobre su rostro.
Usando sus dientes con destreza, Esther logró desatar la cuerda que aprisionaba sus muñecas “Estos junior ricos“, pensó con desdén, “¿qué saben de verdaderas ataduras?“. Estos nudos amateur eran un juego de niños comparados con los que había enfrentado en su vida anterior
Con un golpe certero, Esther noqueó al hombre. Tras asegurarse de su inconsciencia, le ató las
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manos con las mismas cuerdas que la habían aprisionado momentos antes.
Corrió hacia donde brillaban las luces del automóvil. Saúl esperaba en el carro, fumando un cigarrillo con aire despreocupado.
Esther se detuvo detrás del vehículo y golpeó la puerta con firmeza.
-¿Ya terminaron tan rápido? -preguntó Saúl, frunciendo el ceño.
Apenas abrió la puerta, Esther lo arrastró fuera y comenzó a golpearlo sin piedad. Saúl, aturdido, solo podía soltar maldiciones inconexas.
Cuando logró recuperar el sentido, Esther ya había tomado el control del vehículo. -Navegar hasta la entrada de la Escuela de Negocios de Los Cabos -ordenó al GPS antes de pisar el
acelerador a fondo.
Los secuestradores, recuperándose en el pequeño bosque, se percataron demasiado tarde de la fuga de Esther con el carro de Saúl. Corrieron a auxiliar a su compañero noqueado.
Saúl, consumido por la rabia, arrojó su paquete de cigarrillos al suelo. -¡Tráiganla de vuelta, rápido! -ordenó con desesperación. Si la familia De la Garza se enteraba de esto, jestaria
acabado!
Mientras tanto, Alfonso había llegado a la Escuela de Negocios de Los Cabos, Jaime, observando las pantallas de su tablet, informó: -Según el seguimiento de las cámaras de la calle, fue aquí donde la persona desapareció. ¿Vamos a ajustar las cámaras del interior?
-Ya no hay tiempo -respondió Alfonso con determinación-, busquemos directamente.