Capítulo 166
En la Mansión Belleza, Zulma sintió que algo no estaba bien cuando Adolfo decidió baja sin razón y como ella sospechaba, él se fue en su auto.
Lo llamó, pero él sólo dijo que tenía cosas que hacer y le pidió que se acostara temprano, sin darle oportunidad de hablar más y colgó.
Cuando intentó llamarlo de nuevo, él no contestó.
Desde que ella había aparecido con su collar de jade, se había trasformado en la persona más importante para él.
Desde entonces, Adolfo la había puesto en primer lugar, dándole un afecto exclusivo.
Un hombre tan frío y distante, debido a una promesa de infancia, la trataba como un tesoro en la palma de su mano.
No importaba cuándo o dónde, él siempre contestaba sus llamadas de inmediato.
Pero últimamente, no había sido la primera vez que no respondía sus llamadas al instante.
Pero hoy fue aún peor, nunca contestó.
Ella no quería creerlo y seguía buscando excusas, pero al verlo con sus propios ojos, tuvo que aceptar la realidad.
Adolfo realmente la había dejado por Verónica.
No solo la dejó, sino que también estaba curando a Verónica, esa desgraciada, con tanta
ternura.
Esa ternura que debería haber sido exclusiva para ella.
¡Verónica!
Zulma apretó fuertemente sus puños mientras su mirada feroz y hostil se posó en Verónica, quien yacía en la cama del hospital.
No podía creer cuán buena se había vuelto actuando.
Adolfo era suyo.
Ella no podía permitir que Verónica se lo llevara.
Una enfermera vino a revisar la habitación, y Zulma, temiendo que Adolfo descubriera que lo había seguido y arruinara la imagen perfecta que tenía de ella en su mente, decidió no quedarse más y se fue.
Esa noche, Zulma estuvo dando vueltas en la cama sin poder dormir.
Cada vez que cerraba los ojos, la imagen de Adolfo mirando a Verónica se le venía a la mente.
No podía esperar más.
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Capitulo 166
En la habitación del hospital
Adolfo, con paciencia, ayudó a Verónica a curar todos los moretones de su cuerpo y luego la ayudó a vestirse de nuevo.
Fue al baño, se limpió rápidamente y salió.
Solo entonces notó que había olvidado cerrar la cortina.
Adolfo cerró la puerta del cuarto con llave, cerró la cortina.
No se fue, ni tampoco se salió a la sala de descanso, sino que se metió bajo las sábanas al lado de Verónica y con un brazo la rodeó y la atrajo hacia él.
Verónica, después de haber sido medicada, yacía dócilmente en el abrazo de Adolfo.
Adolfo bajó la mirada y la observó en silencio por un momento antes de apagar las luces de la
habitación.
Ajustó a Verónica en una posición cómoda, cerró los ojos y se quedaron dormidos abrazados.
Mientras amanecía, el reloj biológico de Adolfo, puntualmente, lo despertó.
En sus brazos, Verónica seguía dormida por el efecto de los medicamentos.
Durante los cinco años que estuvo con Verónica, debido a un malentendido había pensado que ella lo había drogado para separarlo de Zulma, sintió repulsión por sus métodos desesperados, pero no podía negar que esa noche había despertado un deseo intenso en él hacia su cuerpo.
Cada vez que ella lo llamaba para que fuera al Hogar de la Harmonía, sabiendo que lo hacía expresamente para retenerlo con su cuerpo, él no podía evitar ser seducido por ella.
A pesar de su repulsión interna, su cuerpo anhelaba tenerla cerca.
Ahora, sabiendo que ella no había sido la responsable de drogarlo, Adolfo, abrazando a Verónica, se encontraba reacio a soltarla.
El tiempo fluyó en silencio y los primeros rayos del sol de la mañana se filtraron por la ventana, iluminando la habitación.
Adolfo, con una mirada profunda, observó los labios de Verónica, que habían recuperado el color durante la noche y no pudo evitar deslizar su pulgar sobre ellos.
Los labios de Verónica se entreabrieron ligeramente con cada respiración y su suave aliento rozó la palma de su mano, provocando una sensación de cosquilleo que agitaba su corazón.
Una inquietud comenzó a agitarse en su interior.
Adolfo tragó saliva y su mirada se oscureció, luchando contra la tentación.
Desplazó su dedo de los labios de Verónica a su mandíbula.