Capítulo 45 ¿De dónde viene esa confianza?
Estela captó por casualidad la última frase, que le pareció bastante extraña. Mason no era de los que se meten en los asuntos de los demás. Después de un par de comentarios burlones, no le dijo nada a Estela sobre el regreso de Cecilia.
Estela sabía que no debía presionar más, pero en el fondo, albergaba resentimiento hacia Mason. Se dirigió directamente a Natanael.
-Natanael, se acerca el día de Pascua. La Sra. Elena nos ha invitado a cenar con ella esta
noche.
La mujer a la que Estela se refería era en realidad la madre de Natanael. Sin duda, estaba instando de nuevo a la pareja a casarse y formar pronto una familia.
Sin levantar la cabeza, Natanael respondió:
-Entendido.
Al oír esto, Estela tomó asiento en el sofá del despacho.
-Hoy no tengo mucho que hacer, así que te espero aquí.
Natanael la miró con los ojos entrecerrados.
-¿Parece que tienes mucho tiempo libre? -preguntó con sarcasmo. Antes de que Estela pudiera responder, añadió secamente y con frialdad-: No estoy acostumbrado a tener forasteros cerca cuando estoy trabajando.
Estela se quedó sin habla. Se levantó y dijo:
-Entonces te espero fuera.
Natanael no respondió. De mala gana, Estela salió de su oficina. Ya fuera durante su relación anterior o ahora, Natanael siempre mantenía una actitud glacial que parecía alejar a la gente a miles de kilómetros. Sólo alguien como Cecilia podía aceptar incondicionalmente a un hombre así.
Cuando Estela salió para despejar su mente, encontró la oficina de Zacarías inquietantemente vacía. Preguntó a la secretaria:
-¿No ha estado Zac por aquí últimamente?
-El viejo señor Sotelo ha estado ocupado últimamente organizando la boda del señor Sotelo, así que no ha podido venir -respondió la secretaria con sinceridad.
«¿Boda?», pensó Estela, sintiendo que se le encogía el corazón. En el pasado, Zacarías había
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rechazado a Jorge en múltiples ocasiones por ella. Cuando Estela se enteró de su boda concertada, sintió una extraña inquietud en el corazón.
-¿Sabes quién es la otra parte?-preguntó Estela.
La secretaria pensó un momento antes de responder:
-Cuando la familia Sotelo seleccionaba una nuera, era como si hicieran una audición abierta. Aun así, una mujer de una familia normal nunca atraería la atención del patriarca.
«¿Una audición abierta? ¿Eso significa que aún no ha sucedido?», pensó Estela, sintiendo que la agitación dentro de su corazón se calmaba gradualmente.
Se dirigió al salón privado y no pudo resistirse a marcar el número de Zacarías, al que conocía desde hacía muchos años, nunca se había enfadado con ella. Seguramente, había una razón detrás de su actitud distante hacia ella durante los últimos cuatro años. Tenía aclarar las cosas.
que
En el otro extremo, dentro de un discreto vehículo de negocios cerca de la Novena Ciudad. Zacarías miraba por la ventanilla del coche.
-¿Vive aquí? -preguntó.
El guardaespaldas que le acompañaba respondió respetuosamente:
-Sí.
Zacarías estaba a punto de preguntar algo, pero entonces un timbre de su teléfono le interrumpió. Lo tomó y vio que era Estela quien había llamado. A lo largo de los años, la razón por la que no le había hecho nada a Estela era por Natanael. Si no fuera por el profundo afecto que Natanael sentía por ella, hace tiempo que habría dejado de existir en
este mundo.
“¿Por qué me llama ahora?», se preguntó Zacarías. Quería saber si ella ya estaba al tanto del regreso de Cecilia al país, así que atendió la llamada.
-¿Qué pasa? -preguntó con frialdad.
Estela estaba algo incrédula. En el pasado, había intentado llamar a Zacarias varias veces, sólo para que le colgaran abruptamente cada vez.
-Zac, he oído que tu abuelo está planeando tu boda–dijo Estela.
Zacarías enarcó una ceja.
-¿Pareces bastante interesada en mis asuntos personales?
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4:16 pmnn.
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El tono distante e indiferente de su voz hizo que Estela se sintiera bastante incómoda.
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-Somos amigos, así que, naturalmente, me preocupo por ti -respondió ella-. Temo que te encuentres con la gente equivocada. Zac, si hay alguna mujer que te interese, puedes decírmelo. Así, puedo ayudarte a vigilar las cosas.
«Esta mujer sí que me toma por tonto», pensó Zacarías, burlándose internamente.
-¿Vigilar? ¿De dónde viene esa confianza? -replicó con desdén-. No olvides que, a los ojos de mi abuelo, no eres más que una actriz. No sólo estará descontento con la mujer que has elegido, sino que dudo que ella encaje tampoco en mis círculos. Tú deberías saberlo mejor que nadie.
Después de que Zacarías colgara el teléfono, el rostro de Estela se tornó ceniciento al instante, pareciendo extremadamente disgustada.