Capítulo 149
-Entendido -respondió Gabriel con un brillo calculador en sus ojos grises.
Revisó la notificación de depósito en su celular y de inmediato envió un mensaje a Esther.
Gabriel: Ya está hecho.
Al ver el mensaje, una sonrisa sutil se dibujó en los labios de Esther.
“Esta vez, Olimpia se prepara para llevarse una sorpresa“, pensó mientras guardaba su
teléfono,
Ese mismo día, la noticia de que la familia Montoya había reservado el salón más grande de El Salón Real se esparció como pólvora por todo Cancún, gracias a la incansable labor telefónica de Olimpia.
Durante el momento del pago, su rostro había reflejado claramente su desagrado. Sin embargo, ahora no podía cerrar la boca de la felicidad mientras presumía por teléfono, como si temiera que alguien pudiera quedar sin enterarse de su hazaña en El Salón Real.
Esa tarde, después de clases, Esther tomó una ruta diferente para regresar a la casa de los Montoya. Apenas cruzó el umbral, la voz de Olimpia resonaba por el vestíbulo, invitando efusivamente a las damas de la alta sociedad.
-Señora Chávez, la fiesta de cumpleaños de mi hijo será en El Salón Real -parloteaba con entusiasmo. ¡Reservé el salón más grande! Deben venir a honrarnos con su presencia.
Esther escuchó en silencio las llamadas de Olimpia, mientras una sonrisa sarcástica se formaba en sus labios.
“Qué feliz estás“, pensó con ironía, “espera al día de la fiesta, ya no podrás reír“.
Olimpia notó la presencia de Esther y rápidamente colgó el teléfono. Su mirada se tornó descontenta:
-¿Cómo que ya volviste? -inquirió con tono áspero.
-Este es mi hogar, ¿acaso no puedo regresar? -respondió Esther mientras se cambiaba los zapatos con deliberada lentitud.
-El presidente De la Garza se llevó todas tus cosas -señaló Olimpia-. ¿Él sabe que planeas regresar?
-¿Qué? ¿Señora, acaso desea tanto que me quede en la casa de la familia De la Garza? -la voz de Esther destilaba sarcasmo.
-¡Por supuesto! -Olimpia la siguió hasta la sala de estar-. Una chica, cuando crece, tarde o temprano debe casarse. Ya que estás comprometida, mudarte allá no tiene nada de malo. Tienes que mantener al presidente De la Garza bien atado, solo así tu futuro estará asegurado,
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y el Grupo Montoya tendrá un respaldo.
Al ver que Esther se sentaba en el sofá sin dignarse a responder, Olimpia entrecerró los ojos con suspicacia:
-¿No me digas que el presidente De la Garza te echó?
En estos días, Olimpia había estado tan absorta en los asuntos de Saúl que no había prestado atención a la relación entre Esther y Samuel. La impasibilidad de Esther solo aumentó su preocupación:
-¿Hiciste algo para molestar al presidente De la Garza? -espetó-. ¡Qué torpeza! ¿Cómo es posible que te hayan echado así sin más?
Su rostro enrojeció de furia y preocupación:
-El Grupo Montoya apenas y estaba recuperándose. Si ofendemos al presidente De la Garza, ¿qué será de nuestra familia Montoya en el futuro?
-¿Por qué se preocupa tanto, señora? -la voz de Esther era suave pero cortante-. El Grupo Montoya ya no tiene nada que ver con usted. Incluso si la empresa se queda sin dinero o quiebra, no le afectaría en lo más mínimo.
Olimpia sintió un nudo en el estómago al escuchar la referencia a su escándalo con Francisco Paredes, el incidente que la había convertido en el hazmerreír de la empresa. Estos últimos días ni siquiera se había atrevido a pisar las oficinas.
-Aunque la empresa no tenga nada que ver conmigo -respondió sin inmutarse-, al menos soy tu madre. ¡Siempre tengo que pensar en tu bienestar! ¿Cómo es que no reconoces la bondad de la gente?
Esther soltó una risa cargada de ironía. Conocía perfectamente las verdaderas intenciones de Olimpia: su interés en la empresa no era más que un plan para recuperar el control después de
casarla.
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