Capítulo 139
-La última vez, la identificación de la señorita Montoya se perdió en el evento, y justo la encontré -explicó Alfonso con una sonrisa calculada-. Resulta que mi asistente tampoco tenía identificación, así que la usamos prestada. El presidente De la Garza entiende que la gente que trabaja para nosotros no siempre es tan… discreta. Vivir en un lugar respetuoso de la ley como Cancún es algo complicado.
Alfonso lo decía con naturalidad estudiada, pero Samuel no iba a tragarse ese cuento tan
fácilmente.
-Prefiero mandar a buscar bien -respondió Samuel con voz cortante-. Al fin y al cabo… alguien los vio a ustedes dos saliendo juntos del INC.
-¿Quién nos vio? -preguntó Alfonso, sus ojos brillando con genuino interés. Me encantaría conocerlo.
En su mirada destellaba un brillo asesino apenas perceptible pero innegable. No había quien, en Cancún, o en el extranjero, no le tuviera miedo a Alfonso Betancourt.
Samuel era consciente de que, en este momento, aunque trajera a Paula, ella no se atrevería a acusar a Esther y Alfonso de irse juntos a una habitación frente al temible empresario.
Bianca se acercó apresuradamente.
-Presidente De la Garza, ya buscamos por todos lados y no hemos encontrado a la señorita Montoya.
-Si no la han encontrado, deberian seguir buscando hasta que aparezca -ordenó Samuel con frialdad. El hotel no es tan grande, no creo que Esther haya podido escaparse.
-Entendido.
Bianca de inmediato movilizó a más personal para continuar la búsqueda.
Alfonso, mostrando un evidente desinterés por la situación, se encogió de hombros.
-Bueno, presidente De la Garza, siga buscando. Yo me voy -anunció con tranquilidad mientras deslizaba su tarjeta para entrar a su habitación.
Mientras tanto, Esther había aprovechado la confusión para escabullirse. Tomando prestado un sombrero para ocultar su rostro, se deslizó fuera del NIZUC Resort & Spa sin ser detectada.
Samuel volvió a intentar comunicarse con ella. Al ver la llamada entrante en su celular, Esther la rechazó instantáneamente. “¡Si contesto la llamada de Samuel en este momento, sería como admitir culpa!“, pensó con determinación.
Veinte minutos después, Esther regresó a el INC como si nada hubiera pasado.
Clara, quien había terminado dos clases y cabeceaba adormilada en el salón, se despabiló al
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Capitulo 139
ver entrar a su amiga.
-¡Cómo regresaste tan pronto! -exclamó sorprendida. ¡Apenas pasaron dos clases!
-¿No me mandaste un mensaje diciendo que viste a Paula con Samuel? -preguntó Esther con intensidad-. ¿Dónde está Paula?
-¿Paula? No sé, ¿no estudia finanzas? En primer año, a esta hora debería estar en clase, depende de su horario.
-Vamos a buscarla.
-¿Ahora? ¡Pero ya va a empezar otra clase!
-¡No importa esa clase!
Clara, siempre entre los diez mejores de su año y con excelentes calificaciones, además de ser representante de clase, normalmente podía darse el lujo de faltar sin consecuencias.
-Jefa, ¿qué está pasando? -preguntó Clara mientras seguía a Esther de cerca-. ¿Te volviste loca? ¿Será que esa Paula y Samuel están hablando mal de ti? ¡Esa familia de Olimpia, no hay uno que se salve!
Mientras Clara murmuraba sus teorías, Esther se encontró de frente con Paula, quien cargaba sus libros preparándose para ir a clase.
Al ver a Esther, el rostro de Paula palideció visiblemente. “¿No se había llevado Alfonso a Esther? ¿Cómo es que estaba aqui?“, se preguntó con nerviosismo.
Los estudiantes que acompañaban a Paula, al ver a Esther, comenzaron a empujar a su compañera.
-Paula, jahí está tu prima! -exclamaron con curiosidad.
Desde aquel anuncio de compromiso, Esther había cambiado notablemente, incluso en su forma de vestir, alejándose de cualquier parecido con Anastasia.
Mirando de cerca, era evidente que Esther y Anastasia no se parecían tanto como algunos creian; simplemente ambas poseían rasgos hermosos. Además, Esther resultaba mucho más atractiva que Anastasia, su belleza natural cautivaba más profundamente con cada mirada.
-Prima… -balbuceó Paula, la culpabilidad evidente en su voz temblorosa.
Justo ese día había estado hablando mal de Esther frente a Samuel, y ahora, al verla aparecer repentinamente, temía las consecuencias.
Esther esbozó una sonrisa ligera pero inquietante.
-Paula, hablemos por aquí.
-Prima, todavía tengo clases…
-No te apures -interrumpió Esther con suavidad amenazante-. Primero arreglemos este
asunto.
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