Capítulo 130
-¿Crees que vine aquí por eso? -la voz de Samuel sonaba ronca por el alcohol.
-¿No es así? -Esther frunció el ceño, su postura tensa mientras mantenía la distancia entre ellos.
Aparte del asunto con Anastasia, ¿por qué más Samuel vendría a buscarla? La idea le parecía absurda.
-¿Así que en tu corazón, yo siempre protejo a Anastasia? -pronunció Samuel entre dientes, su mirada acerada fija en ella.
-No es solo en mi corazón, siempre has protegido a Anastasia -respondió Esther con amargura. En Cancún, ¿quién no sabe que Anastasia es la consentida del presidente De la Garza? Como hoy, el presidente De la Garza claramente tomó partido por la señorita Miravalle sin más.
-Eso es porque Anastasia no es ese tipo de mujer… -comenzó Samuel, pero Esther lo interrumpió.
—Ves, el presidente De la Garza cree que la señorita Miravalle no es ese tipo de mujer -su voz destilaba sarcasmo-. Piensa que yo soy la que causa problemas sin razón, amarga y sarcástica, que el error es definitivamente mío, ¿no es así?
-Tú… -Samuel se quedó sin palabras por un momento. Hoy solo había escuchado que Esther había usado su posición como futura joven ama De la Garza para intimidar a otros, pero realmente no sabía lo que estaba publicado en el tablón de anuncios.
-No sabía que estabas siendo difamada -admitió finalmente, ¿pero eso es mi culpa? ¡Podrías haberme explicado!
-¿Y crees que el presidente De la Garza me creería si me explicara? No soy tan vanidosa como para pensar que el presidente De la Garza me castigaría a favor de Anastasia.
Ella ya había aprendido su lección en su vida pasada, y en esta no sería tan estúpida como para pensar que podría compararse con Anastasia en el corazón de Samuel.
-De todos modos, no tengo intención de ceder en este asunto -continuó con firmeza-. Bien puede pensar el presidente De la Garza que soy amarga y no dejo pasar nada, pero yo, Esther, no permitiré que me pisoteen. Si al presidente De la Garza realmente le molesta tanto, bien podría considerar romper nuestro compromiso. Si usted da el primer paso, la actitud de Doña Montserrat no importará, y entonces cada uno seguirá su camino. Te aseguro que nunca volveré a aparecer frente al presidente De la Garza, para evitar molestarte.
El rostro de Samuel, que ya mostraba signos de culpabilidad, se ensombreció ante sus últimas palabras.
-¿Romper nuestro compromiso? -su voz sonó peligrosamente baja.
-Sí, romper nuestro compromiso confirmó Esther-. Sé que el presidente De la Garza quiere
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los recursos y conexiones de la familia Montoya, no hay problema, igualmente le presentaría a ellos, solo que… no necesitamos casarnos. También lo tengo claro, el presidente De la Garza no quieres casarse conmigo.
Esther recordaba vívidamente cómo en su vida pasada había entregado todos los recursos y conexiones de la familia Montoya a Samuel. Él había pasado tres años manejando la adquisición de la familia Montoya, y al final, cuando la empresa cayó en desgracia bajo la gestión de Saúl y Olimpia, cuando debían una fortuna y su madrastra huyó con el dinero, su hijo y el gerente Francisco Paredes, Samuel se apropió de todos los técnicos del Grupo Montoya.
Y así, cuando el polvo se asentó, ella, la heredera legítima, quedó sin ningún valor para él. Samuel, por supuesto, no la tomó por esposa, sino que se casó directamente con Anastasia, sin importarle lo más mínimo su bienestar.
Esta vez sería diferente. Esther ya lo había pensado bien: sacrificar algunos recursos no sería problema, lo importante era cortar por lo sano con Samuel, para no tener nada que ver con él en el futuro.
-¿Así que realmente no quieres casarte conmigo? -la voz de Samuel sonaba peligrosamente controlada.
-Así es -Esther asintió solemnemente-. No quiero casarme contigo ni un poquito.
-Si no quieres casarte conmigo -su rostro se endureció-, ¿por qué tu casa está llena de mis
cosas?
-Conocer al enemigo y conocerse a sí mismo, así uno nunca está en peligro, ¿no es así, presidente De la Garza? -respondió con intención-. Sabes que soy una mujer a la que le encanta el dinero. Inicialmente, quería sacar algunas ventajas de tu lado, así que naturalmente tuve que recolectar información sobre ti, entender tus gustos. Pero ahora que tengo el apoyo de Alfonso y Gabriel, ya no tengo que jugar a este juego contigo.
-Como era de esperarse… todo es por Gabriel -la voz de Samuel se volvió glacial-. ¿Crees que puedes entrar y salir del Grupo De la Garza como si nada? ¿O que puedes jugar conmigo, Samuel, a tu antojo? Esther, ¿no crees que te has pasado de valiente?
Antes de que Esther pudiera responder, Samuel la empujó abruptamente contra la cama. Su rostro se acercó al de ella, su aliento cálido mezclado con el aroma del alcohol.
-¿Así que lo que quieres es dinero? -susurró con voz ronca-. No necesitas ir con Gabriel, yo también lo tengo.
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