Capítulo 129
Jorge soltó una risa forzada. A pesar de su apreciación por las mujeres hermosas, no era de los que buscaban compañía en los antros. Al final, tuvo que inventar una excusa para escapar de aquella situación incómoda.
Media hora después, Esther se encontraba en su habitación de la casa de Samuel, absorta en su tesis. Sus lentes de armazón negro le daban un aire intelectual mientras buscabal información en la computadora.
Después de varios meses sin asistir a clase, se había atrasado considerablemente en sus estudios. A pesar de contar con la base de tres años de experiencia práctica de su vida anterior, sabia que el verdadero aprendizaje dependía del esfuerzo propio, así que no se permitía descuidos.
“Esta vez no cometeré el mismo error estúpido que en mi vida anterior“, pensó con determinación. “Dejar la escuela por un hombre, creyendo haber encontrado mi verdadero lugar… qué tontería más grande“.
Mientras tecleaba concentrada en su tesis, la puerta se abrió de golpe. Un fuerte olor a alcohol invadió la habitación, haciendo que Esther frunciera el ceño y cerrara su computadora casi por reflejo.
Samuel, notando el gesto defensivo, frunció el ceño.
-¿Qué estás haciendo? -demandó con voz espesa por el alcohol.
-Lo que hago no parece ser asunto del presidente De la Garza -respondió Esther con tono sereno pero cortante-. Este es mi cuarto, ¿no es un poco inapropiado que entre así de golpe?
-Esta es mi casa, puedo ir a donde me plazca -Samuel se acercó a ella con pasos pesados.
El aroma a alcohol se intensificó, provocando que Esther arrugara aún más la nariz.
-¡Samuel! ¿Qué estás haciendo? -advirtió, tensándose visiblemente.
Samuel no pasó por alto el desdén en los ojos de Esther. Era la misma mirada que le había dirigido desde el banquete de compromiso, una mirada que lo hacía sentir profundamente incómodo. Se acercó más y la sujetó del brazo.
-Eres mi prometida, lo que haga contigo es mi derecho -declaró con voz ronca-. ¿Qué crees que quiero hacer?
-¡Estás borracho! -Esther intentó soltarse, pero Samuel la levantó en brazos con un
movimiento brusco.
El rostro de Esther se ensombreció.
-¡Samuel! ¡Suéltame! -exigió, forcejeando.
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Capítulo 129
-¡No!
-¿Me vas a soltar o no?
-¡Ya te dije que no!
Samuel, obstinado, intentó llevarla hacia la cama, pero Esther reaccionó mordiéndole el hombro con fuerza. Samuel soltó un grito de dolor y la dejó caer.
-¡Esther! -rugió, respirando agitadamente-. ¿Qué, eres un perro o qué? ¡Mordiendo a la gente! -¡Mejor eso a que vengas borracho a hacer un escándalo aquí! -replicó ella, irguiéndose con dignidad-. Si el presidente De la Garza viene a castigarme por lo de Anastasia, o espera que yo le haga un favor a los amigos de Anastasia, mejor que no se moleste. Esta vez, estoy determinada a ver a esos dos tras las rejas.
Al oír esas palabras, el rostro de Samuel se oscureció aún más, sus ojos grises brillando con una mezcla de ira y algo más que Esther no pudo identificar.
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