Capítulo 128
Al escuchar a Jorge mencionar el nombre de Esther, Samuel le lanzó una mirada cortante.
-¡No sería por ella, ni por nadie más! -espetó con irritación, su voz más tensa de lo habitual.
Jorge captó de inmediato la incongruencia en las palabras de Samuel. ¿No era por Esther? ¡Entonces por qué su reacción era tan intensa!
-Al final del día, ella es tu futura esposa, la señorita Montoya -señaló Jorge con cautela-. Aunque no sea tan buena como Anastasia, al menos te es fiel.
-¿Fiel a mí? -Samuel soltó una risa amarga, como si hubiera escuchado el chiste más absurdo del mundo-. Si realmente me fuera fiel, ¿cómo podría estar tan cerca de Alfonso y Gabriel? ¿Por qué no me explicó cuando se sintió ofendida? ¡Esta mujer solo ama el dinero! Si tienes dinero, ella te persigue. Cuando vio que no estaba interesado, inmediatamente se lanzó a los brazos de otro hombre. ¿Y aún dices que me es fiel?
Jorge se quedó sin palabras ante la vehemencia de Samuel. Sus ojos estudiaron el rostro tenso de su amigo mientras procesaba la explosión emocional que acababa de presenciar.
-Tienes… tienes muchas quejas, ¿eh? ¿Y dices que no es por Esther? -comentó con un toque
de ironía.
Samuel sintió como si un nudo en su pecho se desatara después de hablar. Su respiración se volvió más pesada, como si cada palabra hubiera liberado una tensión largamente contenida.
-De todos modos, ella misma no quiere que intervenga, ¿verdad? Pues no lo haré–declaró con amargura. ¡Lo que la gente diga de ella, se lo tiene bien merecido!
Jorge contempló a su amigo por un momento, midiendo sus siguientes palabras.
-¿Pero por qué hacer esto? Al principio fuiste tú quien quiso tratarla así -le recordó con franqueza-. ¿No has oído los rumores de Cancún? ¿Quién no sabe que Esther te ama de una manera sin límites? Si fuera yo, no podría hacerlo, ser un perro faldero durante tres meses. Cualquier persona normal ya se habría vuelto loca. Su comportamiento actual hacia ti, te lo
mereces.
Al oír esto, Samuel le lanzó una mirada penetrante a Jorge, sus ojos grises brillando con una intensidad que hizo que su amigo se encogiera ligeramente.
Jorge, intimidado por esa mirada, solo pudo fingir que bebía para evitar el contacto visual.
-Ya que vienes a buscarme, ¡no te preocupes! -intentó aligerar el ambiente-. Te encontraré a alguien nuevo, ¿qué tiene de bueno Esther? Las chicas que tengo aquí son todas hermosas, de piel blanca y largas piernas, también pueden ayudarte a aliviar un poco el estrés.
Jorge aplaudió y pronto la habitación se llenó de mujeres vestidas de forma provocativa, todas ellas increíblemente bellas. La primera en acercarse a Samuel era una mujer con curvas pronunciadas.
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Capitulo 128
Samuel apenas le dedicó una mirada evaluativa. Sus ojos, acostumbrados a la silueta de Esther, encontraron defectos donde otros verían perfección.
-La cintura es demasiado ancha, la siguiente -sentenció con frialdad.
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La mujer, que nunca había sido criticada por su figura, mostró una expresión de incredulidad absoluta.
-¿Esta cintura te parece ancha? -Jorge soltó una carcajada incrédula-. ¡Mejor pídete un cubierto!
Samuel permaneció en silencio, y Jorge no tuvo más remedio que pedirle a la mujer que se retirara.
La siguiente era tan delgada como un junco.
-Demasiado delgada, no declaró Samuel con el mismo tono gélido.
La tercera mujer recibió una mirada de desdén.
-Demasiado fea.
Cuando se acercó la cuarta, Samuel ya había perdido por completo el interés. Se levantó con un movimiento brusco, ajustándose el saco de su traje impecable.
-Sigue mirando tú -murmuró, dirigiéndose hacia la puerta.
-¡Eh! -protestó Jorge-. ¡Te busco mujeres hermosas y te vas tan rápido!
-Señor Muñoz… -las mujeres miraban la escena con expresiones de desdén mezclado con indignación.
“¡Si hubieran sabido que Samuel era tan exigente, no habrían venido!“, pensaron, mientras observaban la figura alta y elegante del empresario abandonar el lugar con paso decidido.