Capítulo 127
Antes, Esther claramente no había mostrado ningún interés en la compañía de la familia Montoya. ¿Qué había cambiado ahora? Parecía una persona completamente diferente.
-Doña Montserrat, si no hay más asuntos, debo subir a ocuparme de los negocios del Grupo Montoya anunció Esther con voz firme mientras se dirigía hacia las escaleras.
Montserrat observaba el comportamiento cada vez más desafiante de Esther, frunciendo el ceño con evidente disgusto. Sus ojos penetrantes siguieron la figura de la joven hasta que desapareció de su vista.
En su oficina, Esther abrió el archivo que Ruth le había enviado. Sus ojos recorrieron el contrato del terreno que había adquirido en subasta en las afueras de la zona norte. Una sonrisa triunfal se dibujó en su rostro mientras contemplaba el documento.
“El cielo recompensa a aquellos con determinación“, pensó, saboreando la victoria de que ese terreno finalmente hubiera caído en sus manos.
Esther recordaba claramente que poco después de la subasta del terreno en las afueras de la zona norte, debido a un ajuste en las políticas de fomento a la remodelación de las áreas suburbanas, el proyecto había recibido un subsidio gubernamental. Y más tarde, al excavar el terreno, habían descubierto una fuente de agua termal, la más grande de Cancún, con excelentes efectos terapéuticos, lo que multiplicaría su valor decenas de veces.
En su vida anterior, con solo unas ligeras mejoras en este terreno, ya generaba ganancias netas de cientos de millones al año. En solo dos o tres años, la familia Montoya recuperaría su inversión por completo. Este negocio era literalmente una mina de oro.
Mientras tanto, en el Club Coral Beat, el ambiente nocturno contrastaba con la tensión que se respiraba en uno de los privados.
-Presidente De la Garza, ¿qué le pasa? ¿Viniendo a beber solo en plena noche? -Jorge Muñoz miraba confundido a Samuel, quien permanecía sentado con un vaso de whisky en la mano.
Samuel siempre había detestado este tipo de reuniones para beber; solo asistía ocasionalmente debido a compromisos laborales. Que viniera por iniciativa propia era realmente inusual.
-¡Ah! Ya sé–continuó Jorge con una sonrisa perspicaz-, debe ser por los problemas en el negocio últimamente. Piénsalo, primero perdiste cuatro mil millones por culpa de Gabriel, luego te robó a Eduardo como socio comercial. Sí, ¿por qué has tenido tan mala suerte este año?
Al escuchar las palabras de Jorge, Samuel se hundió aún más en su frustración. ¿Mala suerte? En su mente resonaban las palabras que Esther le había dicho antes. Ella también había
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mencionado que seguramente tendría muy mala suerte hoy. ¿Sería posible que esa mujer realmente le trajera mala suerte?
-¡Samuel! ¡Te estoy hablando!
En ese momento, el celular de Samuel vibró sobre la mesa. La pantalla iluminada mostraba el nombre de Anastasia. Samuel frunció el ceño, contemplando el dispositivo. A diferencia de otras veces, cuando hubiera contestado de inmediato la llamada de Anastasia, esta vez simplemente puso su teléfono en silencio.
Jorge, olfateando el drama en el aire, se inclinó hacia adelante.
-¿Qué pasa? ¿Discutiste con Anastasia?
-No tiene nada que ver con ella -respondió Samuel secamente.
-Entonces, ¿por quién es? -una sonrisa maliciosa se dibujó en el rostro de Jorge-. No me digas… ¿Esther?
