Capítulo 121
Después de todo, ¿quién no conocía la fama de la señorita Montoya en el círculo social?
Por los pasillos del INC circulaba el rumor: era aquella que se lanzaba sin vergüenza alguna hacia Samuel De la Garza.
Esther observó serenamente a su alrededor, su mirada aguda captando cada detalle del ambiente tenso. No tardó en notar las figuras de Mónica y Marta, que a poca distancia se reían entre dientes como colegialas maliciosas.
Al identificar a las principales culpables, Esther se aproximó a ellas con pasos medidos. Sus tacones resonaron contra el piso mientras se acercaba, y con una voz controlada que ocultaba su furia, les preguntó:
-¿Ustedes hicieron esto?
Las sonrisas burlonas de Mónica y Marta se desvanecieron al instante.
-¿Qué pruebas tienes para decir que fuimos nosotras? -respondió Marta, alzando la barbilla con aire de superioridad.
-¿Pruebas? No tiene ninguna -intervino Mónica con veneno en la voz-. Simplemente está furiosa y busca desquitarse con nosotras.
-Aunque no fuimos nosotras las que pegamos esas fotos, lo que dicen no es mentira -continuó Mónica con sarcasmo-. Eres la prometida del presidente De la Garza, y ahí estás, restregándote con todos. ¡Eso ya es ser deshonesta! Si te da pena, ¡no culpes a los demás!
-Exacto secundó Marta-, mujeres que se visten provocativas y usan su belleza para seducir
hombres merecen ser criticadas.
Sus comentarios, lanzados uno tras otro como dardos envenenados, solo consiguieron
arrancar una risa suave de Esther.
-¿De qué te ríes? -preguntó Mónica, frunciendo el ceño con irritación.
-Me río porque… -Esther hizo una pausa calculada-. A estas alturas, ¿todavía no saben que difundir rumores es ilegal?
La sonrisa de Esther se volvió más afilada mientras continuaba:
-Todas estas cámaras a nuestro alrededor siguen funcionando. Solo me tomaría un poco de investigación descubrir quién hizo esto, y reuniría toda la evidencia para presentarla a la policía. Así, el que está detrás de todo esto verá que yo, Esther, no soy fácil de intimidar.
El pánico cruzó fugazmente por los rostros de Mónica y Marta.
-¡Esther! -espetó Marta, recuperando su compostura-. ¿Quién te crees que eres? ¿Crees que a los profesores les importará lo que le pase a una mujer indecente como tú?
-Así es -se sumó Mónica. ¿Crees que las cámaras de seguridad son de tu propiedad?
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Capítulo 121
¿Piensas investigar como si nada? ¿Y llevar esto a la policía por algo tan trivial? ¡Qué risa!
Esther arqueó una ceja, su expresión volviéndose más fría.
-Pero ustedes mismas lo dijeron, ¿no? Soy la prometida de Samuel, y la familia De la Garza… ¿cuánto invierte cada año en el INC? Deberían saberlo, ¿verdad?
Los rostros de ambas palidecieron visiblemente.
-¡Esther! ¡Esto es abusar de tu posición! -protestó Marta con indignación.
-Correcto, estoy abusando de mi posición -declaró Esther con calma helada-. Con mi
estatus como la prometida de Samuel, tengo el privilegio de ser caprichosa, algo que
ustedes… no tienen.
—¡Tú…..!
-¿Ah, sí?
Una risa fría cortó el aire como un cuchillo. Esther se tensó al reconocer esa voz.
“Samuel“, pensó, frunciendo el ceño. “¿Qué hace él en la escuela?”
Al girarse, Esther se encontró con Samuel y Anastasia aproximándose. Ella se aferraba a su brazo con aire posesivo, evidentemente él la había traído a la escuela.
El rostro de Esther permaneció impasible ante su presencia. Un hermoso mañana echado a perder por la aparición de estas dos personas.
-¡Anastasia! -exclamaron Marta y Mónica al unísono, corriendo hacia ella con entusiasmo renovado. Con Anastasia de su lado, la presencia amenazante de Esther se desvanecía como niebla bajo el sol.
-Ah, el presidente De la Garza también está aquí, qué coincidencia -comentó Esther con
estudiada indiferencia.
-No es coincidencia -respondió Samuel con frialdad-, solo vine a traer a Anastasia.
Las palabras de Samuel cayeron como una bofetada pública para Esther. Cualquier título de futura joven señora De la Garza no valía ni un dedo de Anastasia.
-Señorita Montoya -intervino Anastasia con falsa dulzura-, ¿será que Marta y Moni tuvieron algún malentendido contigo? Yo les pido disculpas en su nombre.
-No tienes que pedir disculpas por ellas cortó Esther.
-He escuchado todo claramente mientras estaba aquí, Esther -la voz de Samuel destilaba hielo-. Si no quieres ser mi prometida, ¿por qué te aprovechas de tu posición como futura
señora De la Garza?
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