Capítulo 116
-Sí, presidente Betancourt.
El semblante de Anastasia se transformó al escuchar esas palabras. Viendo que Jaime se acercaba a ella, rápidamente buscó refugio detrás de Samuel, su voz teñida de vulnerabilidad:
-Samu…
Samuel la protegió instintivamente. Su rostro se endureció mientras su mirada se clavaba en
Esther:
-¡Esther! ¡Ya basta!
-Presidente De la Garza, ¿qué tiene que ver esto conmigo? Yo no he dicho nada -respondió Esther con fingida inocencia, mientras se acercaba sutilmente más a Alfonso, un movimiento calculado que no pasó desapercibido.
Samuel sentía la furia crecer en su interior. Sus puños se apretaron hasta que los nudillos se tornaron blancos.
“¿Qué pretende?“, pensaba, “¿Está intentando desafiarme deliberadamente en público?”
-Jaime, ¿no me escuchas hablar? -la voz de Alfonso cortó el aire con calma gélida.
-Sí.
Cuando Jaime dio un paso adelante, Anastasia clavó su mirada en Esther. La desesperación se mezclaba con la indignación en su voz:
-¡Señorita Montoya! Sé que no te caigo bien, pero no deberías permitir que el presidente Betancourt me trate así. Soy la acompañante de Samu, ¿esto es contra mí o contra él?
Esther evaluó rápidamente la situación.
“Qué ingenua eres, Anastasia“, pensó, “¿Realmente crees que voy a arriesgar mi posición con Alfonso solo para defenderte? Este es el momento perfecto para que sientas lo que es ser humillada públicamente“.
-Señorita Miravalle, realmente no entiendo lo que dices… -respondió Esther con una expresión de inocencia perfectamente ensayada-. No tenía intención de ir en contra de nadie.
La mirada de Samuel se tornó más fría que el hielo ártico al presenciar la actuación de Esther. Sin embargo, con Alfonso actuando como anfitrión y ejerciendo su derecho de expulsar a un invitado, nadie se atrevía a intervenir.
Cuando Jaime llegó junto a Anastasia con un gesto cortés pero firme, ella se vio obligada a aceptar la realidad. Mordió su labio inferior y buscó la mirada de Samuel, sus ojos verdes suplicando apoyo.
-Anastasia, si el presidente Betancourt te pide que te vayas, entonces vete -dijo Samuel con voz controlada, pero añadió con tono cortante-: Solo que la próxima vez, si él quiere entrar a
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Capítulo 116
los eventos de la familia De la Garza, se le dificultará.
-Samu… el rostro de Anastasia recuperó algo de color ante el respaldo de Samuel.
“Es verdad“, pensó, recobrando su confianza, “Esto es Cancún. Samuel no permitirá que Alfonso salga impune de esta afrenta“.
Aunque reticente, Anastasia siguió el consejo de Samuel. Al marcharse, lanzó una última mirada cargada de veneno hacia Esther, quien permanecía junto a Alfonso como una reina
victoriosa.
-La subasta ya va a comenzar, presidente De la Garza, si no le molesta, tome asiento -comentó Alfonso con casual indiferencia mientras guiaba a Esther a su lugar.
El silencio cayó sobre los presentes. La transformación de Esther, de devota prometida a aparente cazafortunas, dejó a todos estupefactos.
Samuel emanaba un aura tan amenazante que Bianca, a su lado, apenas se atrevió a
murmurar:
-Presidente De la Garza…
—Lleva a Anastasia de vuelta a casa.
-Sí -Bianca se apresuró a salir del salón.
Alfonso condujo a Esther a su asiento con elegancia calculada.
-Te he hecho un gran favor -susurró con voz sedosa-. ¿Cómo planeas agradecérmelo?
-Todo lo que esté en mi mano, puedo prometérselo al presidente Betancourt -respondió Esther en voz baja, midiendo cuidadosamente sus palabras-. Pero ahora, la familia Montoya realmente está en apuros, temo que este favor solo podré devolverlo cuando tenga la capacidad.
-No hace falta complicarlo, puedes devolverlo ahora mismo -Alfonso dirigió su mirada hacia el escenario-. ¿Lo ves?
Esther siguió su mirada hasta un deslumbrante collar de diamantes. Su ceño se frunció mientras los recuerdos de su vida pasada afloraban.
-¿El collar que alguna vez usó la Reina María Antonieta? -preguntó, sintiendo un escalofrío recorrer su espina dorsal.
Su mente viajó a aquella otra vida, donde ese mismo collar había sido el catalizador de una guerra de ofertas entre Samuel y Alfonso, todo por complacer a Anastasia.
“¿Por qué Alfonso menciona el collar ahora?“, se preguntó, mientras una sensación de inquietud se instalaba en su pecho. “¿Qué papel juega realmente en sus planes?”
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