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Capítulo 110
Anastasia fruncía el ceño con preocupación mientras contemplaba su reflejo en el espejo. Un torbellino de emociones cruzaba por su rostro perfecto: incredulidad, ira y, sobre todo, miedo. Durante años, ella había sido la acompañante indiscutible de Samuel en estas cenas, tanto grandes como pequeñas. Su lugar junto a él estaba tan establecido que nadie se atrevía a cuestionarlo. Pero esta cena benéfica no era una cualquiera, y ella lo sabía bien.
Se rumoreaba que Alfonso Betancourt, una figura prominente desde el extranjero, también asistiría. ¿Quién en Cancún no conocía el peso de Alfonso? Era el líder indiscutible del mundo clandestino internacional. Con Alfonso como protector, no solo podrías andar con libertad en el extranjero, sino marchar con arrogancia por casa.
Sin embargo, en esta ocasión crucial, Samuel había elegido llevar a Esther.
—¡Crash!
El sonido del cristal rompiéndose llenó la habitación cuando Anastasia, en un arrebato de furia, lanzó el vaso que sostenía. Su hermoso rostro se contorsionó en una mueca de rabia apenas contenida.
-¿Ya se fueron? -preguntó con voz temblorosa.
-Señorita… ya se fueron.
La sirvienta había presenciado cómo Samuel se llevaba a Esther a la cena benéfica. Ahora, Anastasia se miraba en el espejo con amargura, su maquillaje apenas comenzado, sintiéndose como una tonta por haber asumido que Samuel la llevaría.
-Señorita Miravalle, ¿continuamos con el maquillaje?
Habían empezado a prepararla desde temprano, seguros de que el presidente De la Garza la elegiría a ella. La ironía de la situación no escapaba a nadie en la habitación.
-Sigue–ordenó Anastasia con voz gélida, sus ojos verdes brillando con determinación-. Esta noche, debo ir, cueste lo que cueste.
-Entendido.
Mientras tanto, en El Salón Real, el aire vibraba con expectación. Samuel descendió del automóvil con su elegancia característica y, en un gesto que sorprendió a muchos, rodeó el vehículo para abrir galantemente la puerta a Esther.
En el momento en que Esther emergió del auto, el murmullo de las conversaciones se detuvo. Su presencia, realzada por el vestido azul lago que se ajustaba perfectamente a su figura, captó todas las miradas.
-¿No es esa Esther? ¿Cómo es que viene a la cena con el presidente De la Garza? -susurró alguien entre la multitud.
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Capítulo 110
-Verdad, ¿no es siempre la señorita Miravalle quien lo acompaña?
-Esa Esther, seguro usó algún truco sucio, escuché que incluso drogó al presidente De la Garza…
Los murmullos se extendían como fuego en la hierba seca. Sin embargo, bastó una sola mirada de Samuel, fría y cortante como el acero, para silenciar a las damas que chismorreaban. El frío en sus ojos les erizó la piel, haciendo que se callaran al instante.
Esther observaba todo a su alrededor con atención calculada. Los recuerdos de su vida pasada fluían por su mente: en aquella ocasión, Alfonso había aparecido en esta misma cena. Anastasia había acompañado a Samuel entonces, y con su belleza deslumbrante y su porte elegante, había capturado el corazón de Alfonso al instante.
Posteriormente, Alfonso se había convertido en un benefactor invaluable para Anastasia, patrocinando sus estudios en el extranjero y brindándole apoyo incondicional. Los rumores en Cancún no cesaban de comentar cómo Alfonso había caído rendido ante los encantos de Anastasia, convirtiéndose en su más leal seguidor.
Fue precisamente ese respaldo lo que había precipitado las acciones de Samuel, quien se apresuró a deshacerse de Esther, su “problema“, para traer a Anastasia de vuelta y comprometerse. La influencia de Alfonso había abierto muchas puertas para Anastasia.
-¿Qué estás mirando? -La voz profunda de Samuel la arrancó de sus recuerdos.
Esther giró para encontrarse con su mirada penetrante. Sus ojos grises la estudiaban con una intensidad que en otro tiempo la habría hecho estremecer.
-Nada en particular, solo miraba -respondió con calma estudiada.
-¿Solo mirabas, o estabas buscando a Gabriel? -El tono de Samuel llevaba un filo de celos apenas disimulado.
-Presidente De la Garza, estás pensando demasiado contestó Esther, permitiendo que una sonrisa enigmática jugara en sus labios.
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