Capítulo 93
Samuel se levantó con aire dominante, y sus dos guardaespaldas se acercaron a Esther. -Señorita Montoya, por favor -dijeron con tono profesional pero firme.
Esther frunció el ceño, evaluando la situación. Era evidente que no tenía otra opción más que seguir a Samuel, pero no podía entender sus motivos. ¿Acaso no la detestaba? ¿Qué pretendía lograr con todo esto?
Durante el trayecto hacia el Grupo De la Garza, Esther mantuvo un silencio tenso. Al llegar, los guardaespaldas transportaron sus pertenencias al cuarto que había ocupado anteriormente en el segundo piso.
Esther permaneció inmóvil en el vestíbulo, su postura rígida denotando su resistencia a subir.
-¿Qué pasa? ¿Acaso has olvidado el lugar donde viviste? -la voz de Samuel destilaba una burla helada-. ¿Necesitas que te lleve yo?
Contemplando la mansión De la Garza, tan dolorosamente familiar, Esther sintió una oleada de repulsión. Los recuerdos la asaltaron sin piedad.
-No hace falta que el presidente De la Garza me acompañe -respondió con frialdad-. Yo sé el camino.
Para Samuel, ella solo había estado allí tres meses. Pero en su vida anterior, había pasado tres años completos en esa casa. Tres años siendo prácticamente la sirvienta personal de Samuel, dedicándose en cuerpo y alma a su bienestar.
Los recuerdos la golpearon con fuerza: aquella vez que Samuel enfermó gravemente con una enfermedad altamente contagiosa, y ella permaneció a su lado sin descanso durante tres días, hasta que su cuerpo colapsó por agotamiento.
En aquel entonces, Samuel le había prometido tratarla bien, jurando que sería la única señora del Grupo De la Garza. Pero bastó que Anastasia regresara al país para que esas promesas se desvanecieran como humo.
Subió las escaleras con paso pesado, notando que su habitación apenas había sido arreglada superficialmente. La criada salió apresuradamente al verla.
Era evidente que Samuel buscaba mantenerla vigilada, cortando cualquier posibilidad de contacto con Gabriel. “Qué despiadado“, pensó con amargura.
-Señorita Montoya -la criada apareció en la puerta con un papel en mano-. Estos son los platos que el presidente De la Garza desea para cenar esta noche. Ha dicho que espera que pueda prepararlos pronto, ya que habrá invitados.
Esther examinó el menú: pescado asado, anguila frita, cangrejo rey al estilo refugio contra el viento, pavo… Todos platos extraordinariamente complejos y elaborados.
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*¿Piensa que soy su criada?“, se preguntó con ironía.
-Señorita Montoya -continuó la criada-, el presidente De la Garza dijo que si no puede preparar estos platos antes de las ocho, considerará gastar mucho dinero en contra del Grupo Montoya. Le sugiere que lo piense bien antes de decidir.
Una risa fría escapó de los labios de Esther. Típico de Samuel, usar su poder económico como amenaza. El Grupo De la Garza tenía los recursos para cumplir esa amenaza, y ambos lo sabían.
“Bien”, pensó mientras se dirigía a la cocina, “¿quiere que cocine? Cocinemos entonces“. Una sonrisa enigmática se dibujó en su rostro mientras se ponía el delantal y recogía su cabello en un moño alto.
Los sonidos de utensilios chocando pronto llenaron la cocina. Desde el piso superior, Samuel sonrió con desdén al escucharlos. -Mira, al final ha tenido que ceder, ¿no es así?
Bianca, observando la situación con preocupación, no pudo contenerse: -Presidente De la Garza, tengo la sensación de que las cosas no son tan simples…
Esta nueva versión de la señorita Montoya era completamente diferente a la que habían conocido antes.