Capítulo 100
Anastasia permaneció inmóvil, observando la escena desde la distancia. Su mente era un torbellino de emociones mientras recordaba cómo había ignorado deliberadamente las llamadas de Samuel. En el pasado, situaciones similares habían provocado una reacción ansiosa en él, y esta vez no parecía ser diferente.
“Bueno, pues voy a ver qué pasa“, pensó, mientras sus dedos jugueteaban nerviosamente con el borde de su blusa. “Si de verdad pasó algo entre él y Esther, ¡no lo voy a perdonar!”
Con esta resolución ardiendo en su pecho, Anastasia avanzó hacia el Edificio–A05, flanqueada por Marta y Mónica como una guardia de honor improvisada.
La escena que encontraron era impactante: el edificio estaba repleto de guardaespaldas del Grupo De la Garza, sus trajes negros y poses autoritarias creando un ambiente intimidante.
-¡Presidente De la Garza! -llamó Marta, agitando la mano con entusiasmo.
Samuel se giró con el ceño fruncido, su mirada encontrándose primero con Anastasia. Sin embargo, fue la imagen que Anastasia captó la que congeló la sangre en sus venas: ahí estaba Esther, su brazo firmemente sujeto por Samuel.
-¿Esther? ¿Cómo es que…? -las palabras se atoraron en su garganta mientras el color abandonaba su rostro.
Marta y Mónica intercambiaron miradas sombrías. La situación las golpeó como una bofetada: habían asumido erróneamente que Samuel buscaba a Anastasia.
La tensión en el primer piso del edificio se volvió casi palpable.
-Samu… ¿qué está pasando? -preguntó Anastasia, luchando por mantener la compostura mientras la bilis subía por su garganta.
Esther, aprovechando la distracción, se liberó del agarre de Samuel.
-El presidente De la Garza no vino a buscar a la señorita Miravalle, ¿verdad? -declaró con una calma estudiada-. Ahora que la señorita Miravalle está aquí, yo me voy.
Con un movimiento fluido, Esther se escabulló, llevándose a Clara consigo. Samuel hizo ademán de seguirla, su rostro tenso con determinación, pero Anastasia lo detuvo.
-¡Samu! -su voz sonó más desesperada de lo que pretendía.
Samuel se detuvo en seco, como si una fuerza invisible lo hubiera paralizado.
-Ya lo decía yo -intervino Marta con veneno en la voz-, el presidente De la Garza definitivamente vino por nuestra Anastasia. ¡Todo es culpa de esa sinvergüenza de Esther, que siempre ha estado imitando a Anastasia! Ahora intenta seducir al presidente De la Garza. ¡Pf! Ni que estuviera a su nivel.
El rostro de Samuel se ensombreció aún más ante estas palabras, sus puños apretándose hasta que los nudillos se tornaron blancos.
1707
Anastasia, reuniendo valor, se acercó a él.
-Samu, ¿es verdad?
La pregunta flotó en el aire mientras todos los presentes contenían la respiración. En Cancún, el amor de Samuel por Anastasia era legendario, tanto como los intentos de Esther su estilo, aprovechando su ligero parecido físico.
por imitar
-Anastasia, ¿no es obvio? -intervino Mónica-. ¡El presidente De la Garza seguro que confundió a las personas!
Entre las dos amigas, pintaban un retrato de Esther como una mujer desesperada y manipuladora.
-Ya basta -la voz de Samuel cortó el aire como un látigo-. ¡Todos fuera!
Marta y Mónica huyeron antes de que los guardaespaldas pudieran alcanzarlas.
-Samu… ¿realmente pasó algo entre tú y Esther? -Anastasia se mordió el labio, recordando la escena que había presenciado: Samuel y Esther bajando desarreglados, ella vistiendo la pijama de él.
Durante días había ignorado sus intentos de explicación, encerrándose en sí misma. Pero los últimos dos días, su ausencia había sido notable. “¿Podría ser… todo por culpa de esa Esther?“, se preguntaba mientras el miedo se arrastraba por su espina dorsal.
-Ya te dije, estás pensando demasiado -respondió Samuel con frialdad-. Anastasia, eres demasiado ingenua, deberías alejarte de ese tipo de amistades en el futuro.
Al verlo alejarse, Anastasia se apresuró a detenerlo, aferrándose a su brazo.
-Samu, ellas son mis amigas, ellas…
-Provocaciones intencionales, insultos, abofetear a Esther -la interrumpió Samuel con voz cortante-. No es que no esté al tanto de estas cosas. Por ser tus amigas, las dejaré pasar esta vez, pero no olvides que Esther ahora es mi prometida, la futura señora del Grupo De la Garza, y no permitiré que sea humillada por nadie.
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