Capítulo 77
“Jordan, ¿podrías llamarme Lorencito? O cualquier otro apodo estaría bien.”
Ese término, señor Galván, realmente suena muy distante.
Al levantar la vista, vi a Lorenzo esperando con ansias una respuesta.
Jordana abrió la boca, pero no pudo pronunciar esas palabras.
Esa simple palabra parecía quemarle la lengua, incluso pensar en ellas le provocaba una vergüenza mortal.
Al ver la dificultad en sus ojos, Lorenzo sonrió, “Si te resulta incómodo, puedes comenzar llamándome por mi nombre“.
Ya era una petición mucho más baja que la anterior.
Jordana bajó la mirada, su rostro ardiendo, “Lorenzo…”
“Entendido.”
Lorenzo respondió con prontitud, luego se volteó, sin decir más.
Pero el calor en el rostro de Jordana tardó en desaparecer.
Al principio, le resultó difícil pronunciar ese apodo.
Pero una vez dichas, al pensar en ellas de nuevo, parecían solo un apodo más común.
Jordana giró la cabeza para mirar a Lorenzo.
Ahora, incluso empezaba a sentir que su relación se había acercado un poco más.
Un dulzor comenzó a esparcirse por su corazón.
Cuando se dio cuenta, Jordana se sintió extraña ante esos sentimientos.
Parecía que nunca había sentido eso en sus interacciones con otras personas.
La subasta continuaba en el recinto.
Aparte del asistente de subastas que Lorenzo había contratado para hacer ofertas, había otro anciano que seguía aumentando el precio.
El anciano, con sombrero de copa y traje impecable, estaba sentado no muy lejos detrás de Jordana.
Sin importar cuánto ofreciera el asistente, el anciano siempre aumentaba la oferta en un millón, decidido a ganar.
Pero Lorenzo estaba aún más decidido.
Finalmente, el precio subió hasta los cuarenta millones de dólares. El anciano suspiró y se retiró de la oferta.
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Capitulo 77
“Cuarenta millones por primera vez.”
“Cuarenta millones por segunda vez.”
“Cuarenta millones por tercera vez, vendido.”
El martillo del subastador confirmó la venta, y el silencio se apoderó del lugar por un momento. Todos estaban impresionados por la generosidad de Lorenzo, solo unos pocos sabían que Lorenzo había gastado tanto por Jordana.
Dentro de ese pequeño grupo, la mayoría no parecía contenta.
Solo Otilia y Raquel mostraban una expresión de satisfacción.
A Máximo no le importaba mucho.
Estaba ocupado enviando mensajes a su asistente, pidiéndole que le comprara un conjunto de joyas valorado en cuarenta millones de dólares.
Para Máximo, gastar cuarenta millones en Jordana estaba bien, pero tenía que ser en algo valioso.
Joyas valoradas en cuarenta millones de dólares eran mucho más útiles que papeles sin valor.
Roque inicialmente parecía molesto.
Pero al captar de reojo la expresión de las cuatro personas a su lado, se le dibujó un pensamiento en la cara.
Hugo y Otilia claramente favorecían a Jordana, eso era cierto.
Pero al mismo tiempo, Verónica e Ignacio usualmente favorecían a Petrona.
Se podría decir que Petrona no carecía de favoritismo en su vida cotidiana.
*
Las tres pinturas antiguas restantes eran colecciones privadas y solamente se mostraron para apreciación, no para subasta.
Después de seguir el procedimiento y mostrar las tres pinturas para la apreciación del público, la subasta llegó a un descanso.
Lorenzo siguió a los empleados para procesar el pago de la subasta de El Bosque y firmar el contrato correspondiente.
Jordana se quedó sentada en su lugar esperando.
Fue entonces cuando escuchó una voz detrás de ella.
“Hermana.”
Jordana se volvió al escuchar la voz; era Petrona.
Con una sonrisa radiante, se acercó a ella como si el incidente en Villa Mariposa, donde recibió una boletada, nunca hubiera ocurrido entre ellas
Detrás de Petrona, sequia la familia Soler al completo.
Jordana forzó una sonrisa, sin responder
Petrona ya estaba frente a ella
Con su habitual inocencia, inclinó la cabeza y habló con voz clara.
“Hermana, puedo tener esa pulsera de jade valorada en veinte mil dólares? Yo también quiero esa pulsera de jade
Jordana respondió con frialdad, “No, no puedes tenerla.”
Petrona puchereaba, y en sus ojos claros e inocentes se teñía una sombra de decepción. Su voz, aunque suave, era insistente y directa.
“Pero hermana, de verdad, de verdad quiero ese brazalete de jade.”
“Justo cuando estaban subastando, nuestro hermano me preguntó algo y no pude hacer mi oferta a tiempo. En cuanto al dinero, puedo pagártelo, hermana.”
“Por favor, déjamelo a mí.”
La verdad sea dicha, Petrona había venido con la intención de causar problemas a Jordana, por lo que no se daría por vencida fácilmente.
Además, antes de venir, había considerado todas las posibilidades.
A Verónica e Ignacio no les gustaba Jordana, así que si ella provocaba a Jordana, ambos la
favorecerían.
En cuanto a Máximo y Roque, también sabían que ella tenía una razón válida.
El motivo por el que deseaba tanto el brazalete de jade, hasta el punto de pedirselo públicamente a Jordana, era para regalárselo a Verónica.
Era un gesto de puro afecto filial.
Petrona estaba convencida de que nadie la condenaría; al contrario, todos la entenderían y
hablarían a su favor.
Si Jordana se negaba a ceder el brazalete,
En los ojos de Verónica e Ignacio, ella no sería considerada una buena hermana.
Para Máximo y Roque, sería vista como una persona que no respeta a sus padres, señalada por todos.
Así que, incluso si a Jordana le pesaba mucho en el alma, no tendría más remedio que tragarse su orgullo y cederle el brazalete a Petrona.
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