Capítulo 81
-Estás…
-Ya me cansé, no tengo tiempo para discutir contigo, presidente De la Garza -interrumpió Esther con firmeza.
Con pasos decididos, Esther se dirigió hacia las escaleras, dejando a Samuel con las palabra en la boca. La tensión era palpable en el ambiente.
Samuel sintió cómo la ira se encendía repentinamente en su interior. Desde el banquete de compromiso, Esther se había vuelto cada vez más atrevida, casi como si deseara provocarlo hasta que su úlcera estomacal se agravara.
En el segundo escalón, Esther abrió la puerta de la habitación donde había vivido en la casa de los De la Garza. La disposición no había cambiado, pero sus pertenencias ya no estaban ahí. Sus ojos recorrieron el espacio vacío mientras una sonrisa amarga se dibujaba en sus labios.
“Ay, Esther, realmente te has hecho la fuerte antes“, pensó para sí misma.
De pronto, un estruendo proveniente de la habitación contigua la sobresaltó. Esther frunció el ceño y se dirigió hacia la recámara de Samuel.
Al acercarse, una intensa fragancia dulzona inundó sus sentidos. Antes de que pudiera procesar lo que sucedía, Samuel la arrastró bruscamente al interior.
-¡Esther, realmente me has sorprendido! -exclamó él con una mirada gélida.
Su respiración era agitada, tenía el rostro sonrojado y sus ojos grises mostraban un brillo extraño, casi febril.
-Samuel… ¡suéltame! -logró articular Esther mientras la mano de él presionaba su cuello.
-¡Esther, qué buen espectáculo te has montado con mi abuela!
-¡Sueltame! -Esther empujó a Samuel con todas sus fuerzas.
-Cof, cof–tosió ella, sintiendo cómo inhalaba más de aquella fragancia embriagadora.
Su rostro palideció al observar la habitación. Las paredes estaban cubiertas con cortinas rojas y la iluminación había sido alterada, convirtiendo el lugar en una especie de habitación temática.
-¿No es esto lo que querías? Esther, jeres una mujer despreciable! -gruñó Samuel mientras avanzaba hacia ella con paso depredador.
La acorraló contra su cuerpo con una fuerza abrumadora. En cuestión de segundos, la tenía inmovilizada contra la cama.
-¡Samuel! ¡Reacciona! -suplicó Esther, luchando por liberarse, pero él volvió a presionarla contra el colchón.
Capitulo 81
El cuerpo de Samuel irradiaba un calor intenso que ella podía sentir a través de la ropa. Sus
palmas ardian contra su piel. Aunque intentaba contener la respiración, aquel aroma dulzón se filtraba inevitablemente por su nariz.
-Suéltame, loco! -Esther se retorcía desesperadamente.
Samuel parecía disfrutar con su forcejeo. -¿Soltarte? A estas alturas, Esther, ¿todavía pretendes ser pura?
Su voz sonaba ronca y profunda. Cada movimiento de Esther parecía provocarlo más. Samuel nunca había notado lo atractiva que era; el simple roce de su piel encendía un fuego en su
interior
Se acercó al oído de ella y susurró: -Si lo deseabas, podrías habérmelo dicho directamente. No había necesidad de recurrir a estos trucos viles.
Las palabras de Samuel encendieron la furia en Esther. En un movimiento repentino, levantó la rodilla y lo golpeó con fuerza en la entrepierna.
Samuel gritó de dolor. Aprovechando el momento, Esther lo empujó y su mirada se fijó en una cuerda junto a la cama. Sin dudarlo, la entoscó alrededor de las muñecas de Samuel.
-¡Eso te pasa por no comportartel -exclamó ella con firmeza.
El rostro de Samuel se ensombreció. Esther! ¿Qué demonios haces?
-¿Qué hago? ¡Protegerme de un pervertido!
Las mejillas de Esther estaban sonrojadas, pero sabía que debía mantener el control. Si cedía, ambos estarían perdidos esa noche.
En un parpadeo, Samuel quedó atado a la cama.
-Esther, de verdad no me lo esperaba -siseó él-. ¡La señorita Montoya resulta ser tan descarada!
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