Capítulo 114
La abuela Ferrer la había llamado justo al final de la jornada laboral para supervisar el progreso de las cosas. Le tomó a Verónica varios segundos darse cuenta de que la abuela Ferrer se refería a Esteban cuando dijo que estaba abajo. Era su cita a ciegas.
“¿Está esperando en la entrada de mi oficina?“.
“Sí, originalmente iban a encontrarse en un restaurante, pero Esteban dijo que, ya que pasaba por ahí, podía ir a buscarte. Vero, no hagas esperar a Esteban, baja pronto“.
Era evidente el entusiasmo de la abuela Ferrer, mostrando su gran satisfacción por la cita a ciegas que había organizado.
“Está bien, ya voy para abajo“.
No queriendo hacer esperar a Esteban, Verónica se alistó rápidamente y salió. Al salir de la oficina, lo primero que vio fue un Rolls–Royce Ghost negro. Ese era el auto de Adolfo. Él estaba sentado dentro del auto y no había bajado. La ventana del auto se bajó un poco, y la mirada de Verónica se encontró con la de Adolfo.
Zulma, al ver a Adolfo llegar, mostró una pizca de sorpresa. Al ver su mirada fija en Verónica, se interpuso saludando.
“Adolfo vino a buscarme, me voy primero, adiós“.
Luego, con una expresión dulce, se despidió de sus colegas con la mano y se apresuró hacia el auto, inclinándose para entrar. Cuando la puerta del auto se cerró, Zulma se inclinó hacia Adolfo, dándole un beso lleno de amor. Los cristales polarizados del auto ocultaban la visión de los colegas afuera, pero eso no impedía que sus mentes volaran con suposiciones.
“La relación entre el Sr. Adolfo y Zulma es realmente buena, había escuchado a Zulma hablar sobre su larga relación con el Sr. Adolfo. Es increíble cómo después de tantos años siguen tan unidos. Que él venga a buscarla personalmente a pesar de su agenda apretada muestra cuánto la ama“.
Verónica apenas se detuvo un segundo en esa escena. Luego vio cómo, al lado del Rolls–Royce Ghost, se abría la puerta de un auto de lujo. Un hombre de aspecto guapo y educado bajó del auto y miró hacia Verónica. Al cruzar miradas con el hombre, Verónica se apresuró hacia él.
“Srta. Verónica, hola, soy Esteban Lemus“.
Esteban, tal como su nombre sugería, saludó a Verónica con cortesía y educación. Verónica respondió con igual cortesía, “Hola, soy Verónica“.
Por un lado, era una persona que su abuela había presentado, y por otro, un hombre gentil y educado naturalmente inspiraba simpatía.
“¿Prefieres comida oriental o comida occidental?“.
Esteban, siendo un caballero, ayudó a Verónica a abrir la puerta del copiloto, preguntando con
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cortesia
“Lo dejo a tu elección”
Verónica no era exigente. Justo cuando estaba a punto de subir al auto, sintió una mirada intensa en su espalda. Provenía del Rolls–Royce detrás de ella. La ventana, sin saber cuándo, se había bajado nuevamente, y la mirada profunda de Adolfo era muy intensa, como si quisiera atravesarla. Él permanecía sentado en el auto, su mirada fija en el perfil de Esteban, con el ceño fruncido.
Ella realmente se atrevía subirse al auto de cualquier persona.
“Adolfo, ¿qué pasa?”
Zulma siguió su mirada hacia Esteban, una sonrisa apenas perceptible se dibujó en sus labios, y preguntó como sí no supiera nada. Adolfo no respondió, sacó su celular y lo manipuló con agilidad. Verónica acababa de subir al auto cuando su celular sonó. Era un mensaje de Adolfo. No lo abrió, pero la notificación apareció directamente en la pantalla.
“Baja”
Una sola palabra, sin ningún signo de puntuación. Con la autoridad típica de un hombre. Una sombra de burla cruzó los ojos de Verónica. Por un lado, estaba besando apasionadamente a Zulma y, por otro, aún se tomaba la molestia de preocuparse por si ella tenía una cita o no. Verónica ignoró el mensaje. Cuando Esteban subió al auto, ella bloqueó su celular y lo guardó en su bolso.
Adolfo mantuvo su mirada fija en la puerta del copiloto. Sin embargo, no vio a Verónica abrir la puerta para bajar, sino que el auto se alejó. La expresión de Adolfo se endureció, su presencia se volvió tan fría como un iceberg, bajando la temperatura del auto en varios grados al instante. No bajó. Ya vería lo que le pasaría.
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