Capítulo 103
Zulma, detrás de la puerta, no pudo ocultar su satisfacción al escuchar las palabras firmes de Adolfo. Pero luego, el miedo se apoderó de ella al sentir serpientes imaginarias enrollándose en su cuerpo, haciéndola temblar. No quería pasar ni un segundo más en esa habitación. Lloraba desconsoladamente, “Adolfo, tengo miedo… sácame de aquí…” Aunque tenía miedo, también quería herir a Verónica una vez más. No había pasado mucho desde que Verónica la había encerrado cuando Adolfo vino a sacarla. Pero Verónica estuvo encerrada por un día y una noche, sin que Adolfo se preocupara por ella. Imaginándose la escena de Adolfo sacándola de allí frente a Verónica, Zulma se sentía exultante. Verónica nunca podría ganarle.
“Abuela, esto no tiene nada que ver con Zulma, la persona que encerró a Verónica fui yo, deberías dejarla ir.” Las palabras de Adolfo solo provocaron la risa fría de la abuela Ferrer. “¡Imposible! Encerraste a Vero por un día y una noche por Zulma, te lo digo ahora, si Zulma sale de este sótano aunque sea un segundo antes, olvídate de salir de aquí. Si te atreves a liberar a Zulma antes de tiempo, olvídate de que soy tu abuela.” La abuela Ferrer era firme en su decisión. Adolfo conocía el temperamento de la abuela Ferrer. Ella estaba realmente enojada porque había encerrado a Verónica. Adolfo no dijo más.
La abuela Ferrer miró hacia la puerta cerrada, escuchando los ruegos de Zulma desde adentro, y dijo con una sonrisa fría: “Si vuelves a castigar a Vero sin pruebas, lo pagarás el doble con Zulma.” Este mensaje no era solo para Adolfo, sino también para Zulma dentro de la
habitación, advirtiéndola. “No liberen a la persona antes de tiempo.” La abuela Ferrer le dio una mirada a los guardias. “Sí, señora.”
La abuela Ferrer llevaba a Verónica hacia la salida, miró a Adolfo que estaba parado en la puerta y le dijo enérgicamente: “Tienes razón, el que encerró a Vero fuiste tú. Si quieres estar con Zulma, espera hasta que yo termine de ajustar cuentas contigo“.
“Sí.”
Adolfo no se resistió.
Todos dejaron el sótano oscuro y sombrío. En la sala, con todas las luces encendidas y brillante, Adolfo se dio cuenta de lo pálida que estaba Verónica y de las heridas en sus labios. Ella se veía muy mal. Su expresión fría cambió cuando se acercó a ella, tomó su muñeca y preguntó: “¿Cómo te hiciste esto?” Al tocar el dedo herido de Verónica, ella se quejó de dolor, su rostro se puso aún más pálido. Adolfo aflojó su agarre pero no la soltó, deslizando su mano hacia su muñeca para sostenerla. Al ver los dedos vendados de Verónica, sus pupilas se contrajeron violentamente. ¿Cómo podía estar tan mal solo por estar en el sótano unas horas? “¿Tienes el descaro de preguntar!” La abuela Ferrer, que iba adelante, estaba furiosa. De repente se giró, y sin poder contenerse, golpeó a Adolfo con su bastón, diciendo: “¿No es esto gracias a tí? ¿Adolfo, has perdido la razón? ¿Qué estabas pensando? Sabías que Verónica fue encerrada en un sótano por Silvia cuando era niña, que eso es lo que más teme, y aun así la encerraste
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Capítulo 103
tanto tiempo…” La abuela Ferrer, hablando, se le llenaron los ojos de lágrimas. Realmente le dolía. Solo pensar en Verónica encerrada casi veinte horas en el sótano, le rompía el corazón como si fuera apuñalado.
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