Capítulo 18 Arrepentimiento
Natanael escuchó en silencio, con la mirada ensombrecida, sin refutar. Precisamente por su indulgencia, su amigo Zacarías, su madre Elena, su asistente Mason e incluso el personal de servicio de la mansión Rotela jamás habían tratado a Cecilia como a un igual.
Zacarías recibió una llamada y se marchó precipitadamente. Tras su partida, Natanael, por instinto, tomó su teléfono, pero no encontró ninguna llamada perdida de Cecilia. Marcó su número, solo para ser recibido por la misma voz automatizada e impersonal:
-Lo sentimos, el número al que llama no está disponible temporalmente. Por favor, inténtelo más tarde….
Exasperado, arrojó el teléfono a un lado. Se incorporó, se aproximó a la ventana y encendió un cigarrillo. Las palabras de Cecilia pronunciadas al amanecer aún reverberaban en su mente. Ella había expresado arrepentimiento.
Natanael percibió una inexplicable amargura en su garganta. Tosió con fuerza y, de súbito, escuchó una voz femenina a sus espaldas:
-Natanael, deberías abandonar el tabaco. Es perjudicial para tu salud.
El corazón de Natanael dio un vuelco, creyendo instintivamente que Cecilia había regresado. Al girarse, se encontró con Estela, ataviada como la perfecta ama de casa. Un fugaz destello atravesó los ojos profundos de Natanael, quien inquirió con aparente indiferencia:
-¿Qué te trae por aquí?
Estela le dirigió una mirada afable.
-La señora Elena me ha enviado. Está al tanto de que Cecilia ha encontrado a alguien tan pronto y desea que no te obsesiones con ello.
El recuerdo se remontaba a Elena, la madre de Natanael. Cuatro años atrás, Elena y Zacarías viajaban en el mismo vehículo cuando fueron víctimas de un ataque perpetrado por una empresa rival. Elena sufrió una pérdida masiva de sangre y, en aquel crítico momento, el hospital enfrentaba una escasez de sangre del tipo O. Cecilia, quien compartía este tipo sanguíneo poco común, no dudó en actuar. Tras cerciorarse del bienestar de Zacarías, Cecilia ofreció su sangre sin vacilación. Sin embargo, la generosa donación la dejó extenuada, provocando su desmayo inmediato después de la transfusión.
En aquella época, Estela, consciente de que la familia Sosa era su benefactora, se esmeraba por ganarse el favor de Cecilia. Al enterarse de la hospitalización de esta última, Estela acudió sin demora para asistirla. Fue en ese preciso instante cuando descubrió el acto heroico de Cecilia: había salvado una vida con su altruista gesto.
Sin embargo, nadie sabía que durante la estancia de Cecilia en el hospital, Estela se atribuyó
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«accidentalmente» el mérito de haber sido ella quien salvó a la madre de Natanael. Estela había supuesto que, con semejante deuda de vidas salvadas, Natanael se casaría definitivamente con ella.
Para su sorpresa, Elena le propuso personalmente un matrimonio concertado con la familia de Cecilia por el bien de la carrera y el poder de su hijo, ia pesar de que Cecilia tenía una discapacidad auditiva!
Y ahora, Natanael se negaba a tener relación alguna con Cecilia. Llevaban tres años casados y seguían sin tener un hijo. Elena había empezado a rebajar sus exigencias e incluso apoyaba que Estela y Natanael estuvieran juntos, diciéndole que mientras tuvieran un hijo, ella podría casarse con alguien de la familia Rotela.
Natanael miró a Estela y preguntó:
-¿Quién es su nuevo amante?
Por teléfono, Cecilia había dicho que no se casaría con otro ni por trescientos millones. Natanael no podía creer que todo lo que había sentido por él a lo largo de los años hubiera sido una farsa.
Estela dudó.
-Yo tampoco lo sé.
Si le decía a Natanael que Cecilia estaba siendo obligada a casarse con un viejo, seguramente mostraría compasión.
-Ya que no lo sabes, no vuelvas a mencionarlo.
Estela se quedó paralizada un momento y luego asintió. Aquel día, Natanael permaneció distraído.
Ya entrada la noche, en la unidad de cuidados intensivos del hospital de Tudela, Cecilia yacía conectada a un respirador, luchando por respirar. No había muerto. Calvin la había llevado al hospital justo a tiempo, sacándola del borde de la muerte. Ella miró a Marta, que lloraba a su lado. Hizo acopio de todas sus fuerzas para consolarla.
-No… no me duele nada, no llores…
Siempre había sido una persona tímida y débil, incluso había elegido morir con somníferos. Mirando a Marta, cuyo pelo se había vuelto blanco de la noche a la mañana, Cecilia se sintió aún más triste y profundamente culpable hacia la anciana.
Marta se ahogó en sus sollozos, agarrando con fuerza la mano de Cecilia.
-Ceci, escúchame. Centrémonos en mejorar y luego vivamos una buena vida, ¿ok?
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Capitulo 18 Arrepentimiento
Cecilia no podía prometer nada.
Mientras tanto, afuera en el pasillo del hospital.
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-Señor Rejala, después de la cirugía, hicimos más pruebas y descubrimos que ya tiene alrededor de dos semanas de embarazo.
Liberación de un amor cruel