Capítulo 19
¿Cómo podría una niña mentir?
¿Quién era el que nunca creía en lo que decía Pilar, que la acusaba una y otra vez de mentir? ¿Quién era el que la culpaba de ser deshonesta, acusándola de tener el hábito de mentir a su corta edad, de ser una mala niña?
¡Qué doble moral!
Su Pilar, la única vez que mintió, fue cuando esperó a su padre que faltó a la cita, pagando con su vida por eso.
Pero en sus ojos, Pilar era despreciable.
Verónica miró furiosamente a Adolfo, preguntando en tono frío, “Adolfo, Yesenia es una niña, ¿acaso Pilar no lo es?”
Pilar no se puede comparar con Yessie!”
Las palabras que Adolfo soltó hicieron que la mirada de Verónica se tornara helada.
Eso era lo que realmente pensaba.
En su corazón, la hija de su amada era perfecta en todos los sentidos.
Como Zulma, sin defectos.
Mientras Pilar, como su madre, eran totalmente despreciable.
El corazón de Verónica se sentió desgarrado y se rio amargamente.
Una risa que no llegaba a sus ojos.
Así miró a Adolfo, diciendo palabra por palabra: “En efecto, no se pueden comparar, porque Yesenia ¡simplemente no está à la altura!”
Una niña que mentía como si nada, capaz de acusar falsamente a otros a tan corta edad, ¿cómo se podía comparar con su dulce y adorable Pilar?
Realmente sentía una lástima profunda por Pilar.
Su tesoro había amado mucho a su padre.
Però en el corazón de su padre, solo existía Yesenia, la hija de Zulma, sin lugar alguno para ella.
Como madre, Verónica sentió un dolor agudo y sus ojos se llenaron de lágrimas por su hija, “Adolfo, tener un padre como tú, Pilar en el más allá debería…”
Justo cuando Verónica mencionó que Pilar estaba en el más allá, Zulma de repente agarró fuertemente el brazo de Adolfo.
Mirando su mano derecha hinchada y roja, lloraba asustada, “Adolfo, ¿mi mano está arruinada? ¿Ya no podré volver a dibujar diseños?”
La atención de Adolfo se centró inmediatamente en Zulma, sin escuchar lo que Verónica decía después y mirando la mano de Zulma, le tranquilizó con voz suave, “No dejaré que te pase nada, te llevaré al hospital ahora mismo, no te preocupes“.
Adolfo levantó a Zulma en brazos para irse y Yesenia, obediente y dulce, agarró el borde de la ropa de Adolfo, siguiéndolos
hacia la salida.
Al pasar por Verónica, Adolfo dijo con voz muy seria: “Mejor reza para que la mano de Zulma no tenga nada grave“.
Adolfo se llevó a Zulma pero Verónica no se dejó afectar.
Continuó con los demás
eis participantes en el concurso de diseño.
Actuó normalmente y consiguió el último lugar para competir en el gran concurso de joyería.
Saliendo del Edificio Majestuoso, Verónica estaba caminando hacia la entrada del metro, cuando una motocicleta se dirigió rápidamente hacia ella.
Veronica la vio, pero no se movió, se quedó quieta, observando cómo el conductor de la motocicleta hacía un hermoso derrape frente a ella, deteniéndose con precisión delante de ella.
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1936
El hombre en la motocicleta, con largas y rectas piernas, se bajó y se quitó el casco con una mano, revelando un fóstro demasiado guapo.
Un par de ojos encantadores la miraban, alzó levemente las cejas, tratando de impresionarla, “Linda, sube, te llevaré a dar una vuelta“.
Era Ramón.
Su único amigo en el orfanato.
A los ocho años, había sido vendida por el director del orfanato a un pederasta y cuando la estaban acosando, Ramón llegó sin importarle nada, noqueó al pederasta y la sacó del orfanato. Para protegerla, la escondió, y él mismo atrajo a quienes los perseguían.
Cuando ella volvió a verlo en el orfanato con abuela Ferrer, estaba cubierto de sangre, a punto de morir.
Aun así, nunca había revelado dónde la había escondido.
“Ramón, ¿te crees muy guapo ahora?”
Verónica lo miraba con incredulidad.
“Verónica, cuida tus palabras, ¿cómo que me creo? ¡Siempre he sido increíblemente guapo!”
Ramón sacudió el flequillo de su frente.
Verónica no dijo nada y solo le hizo un gesto con la mano.
Ramón bajó la cabeza.
Verónica levantó la mano, sostuvo la nuca de Ramón y giró su cabeza en dirección del espejo delantero diciendo seriamente: “¡Realmente es increíblemente guapo!”
“¡Maldición!”
Ramón vio en el espejo a un hombre con el cabello totalmente despeinado y no pudo evitar soltar una palabrota.
Apenas había lucido bien por tres segundos.
Rápidamente volvió a ponerse el casco.
Esta realmente afectaba su imagen.
Verónica no pudo evitar sonreír.
“Sube“.
Ramón, un poco molesto, se inclinó para ayudar a Verónica a ponerse el casco.
De repente, se detuvo.
Vio debajo del casco rosa para adultos, un casco rosa más pequeño para niños.
Los ojos de Ramón se llenaron de lágrimas.
Era un regalo de cumpleaños que había preparado para Pilar.
Su entrenamiento coincidía con el cumpleaños de Pilar y no había podido solicitar permiso para ir, así que había encargado este casco con anticipación.
Planeaba llevar a Pilar a pasear en moto una vez que se recuperara de su operación.
Nunca imaginó que nunca tendría esa oportunidad.
“Pilar habría estado muy feliz con este regalo“.
Veronica le dio unas palmaditas en el hombro a Ramón, tratando de consolarlo.
La muerte de Pilar la había dejado devastada pero no podía permanecer sumida en la tristeza para siempre.
Su Pilar no querría ver a su madre así.
Recordó que cuando pilar cumplió dos años, ella había hecho un deseo como una pequeña adulta: deseaba que su mamá fuera feliz y alegre.
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Capítulo 19
Ramon rapidamente ajustó su estado de ánimo, se levantó y le pasó el casco a Verónica.
Verónica lo tomó, justo cuando estaba a punto de ponérselo, escuchó a Ramón maldecir repentinamente, “Amantes desgraciados“.
Verónica se detuvo e instintivamente levantó la vista, siguiendo la mirada de Ramón.
Vio el auto de Adolfo.
Estaba estacionado frente al hospital, justo al otro lado del Edificio Majestuoso.
Dentro del auto, Adolfo estaba inclinado besando a Zulma.
