Capítulo 53
Diez minutos después, Jordana llegó al Taller Pincel. Al entrar al estudio, se sumergió de lleno en su obra, perdiendo toda noción del tiempo. No fue hasta haber terminado cuando Jordana finalmente se permitió relajarse y colocó su pincel de nuevo en el estante.
“¿Ya terminaste?”
Quien estaba hablando era Eduardo, que ya llevaba un buen rato allí. Había venido al ver la puerta del estudio abierta, con la intención de recordarle a Jordana que era hora de almorzar, pero al verla tan absorta pintando aquella obra titulada “Primavera entre montañas,” decidió no interrumpirla y se quedó observando hasta que ella dejó el pincel a un lado.
Jordana, tan concentrada como un monje en meditación, solo al voltear se percató de la presencia de Eduardo, quien había estado allí quién sabía cuánto tiempo. Asintió con la cabeza. “Sí, he terminado. Llegas justo a tiempo para darle el primer vistazo.”
En la pintura, las nubes y la bruma envolvían las montañas distantes, con zonas densas donde los picos se superponían, creando un efecto interesante de luz y sombra, y zonas claras donde unos pocos trazos delineaban la esencia del paisaje.
Eduardo, impresionado, no dudó en elogiar. “Realmente digna alumna de Benicio, tu maestro. Tu pincelada no ha perdido fuerza con el tiempo.”
La obra de Erik “Primavera entre montañas” no era enorme, pero la delicadeza de su pincelada y la riqueza de su tinta eran notables.
Para la mayoría, replicar tal obra, sin alcanzar “la unión de forma y espíritu“, y solo imitar su aspecto, llevaría de cinco a siete días.
Sin embargo, Jordana había logrado terminarla en solo dos días, lo que llevó a Eduardo a
reflexionar sobre el raro don del talento.
Para la mayoría, alcanzar dicha maestría requeriría más de treinta años de práctica constante, pero Jordana, apenas en sus veintitantos, ya mostraba un logro impresionante.
Jordana sonrió sin decir ninguna palabra, buscando instintivamente su teléfono.
Varios mensajes de Lorenzo estaban en espera. Su tono era de cariño y preocupación.
“No hace falta tanta formalidad entre nosotros.”
“Recuerda comer algo al mediodía.”
“Aunque estés ocupada, cuida de tu salud. No te esfuerces demasiado. Llámame cuando termines, te llevaré a comer algo.”
Cada palabra destilaba cuidado y afecto.
“Debe ser alguien muy importante para ti, ¿verdad?” Eduardo comentó con una sonrisa segura.
Recordaba lo meticulosa que era Jordana con la limpieza; siempre lavándose las manos
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después de terminar una pintura antes de hacer cualquier otra cosa. Aunque habían pasado tantos años, los hábitos, especialmente los profesionales, eran difíciles de cambiar.
Pero hoy, con las manos aún manchadas de tinta, Jordana ya estaba revisando su teléfono, lo que para Eduardo solo podía significar que la persona al otro lado era de suma importancia.
Al reflexionar sobre esas palabras, Jordana sintió un torbellino de emociones, pero su sonrisal se suavizó con un poco de ternura. “Sí, lo es.”
Para Jordana, Lorenzo no solo era su esposo, sino también una persona fundamental en su
vida.
Justo cuando estaba a punto de responderle a Lorenzo, el teléfono volvió a vibrar.
La pantalla mostraba el nombre de “Verónica“.
Jordana pausó, con el dedo en el aire.
Después de aquella llamada de hace tres años, Verónica no había vuelto a contactarla.
Observando la pantalla titilar durante un largo momento, Jordana finalmente contestó la llamada antes de que se cortara.
Verónica, una mujer de negocios decisiva, fue directa al grano, sin rodeos típicos de una conversación madre e hija, ni preguntas sobre su bienestar. Su tono era el de un jefe impartiendo instrucciones, “Necesitas venir a casa, tengo algo importante que discutir contigo sobre las acciones del Grupo Rubín.”
Fue entonces cuando Jordana recordó el asunto de las acciones del Grupo Rubín. Hugo, su abuelo, había mostrado cierto favoritismo hacia ella, prometiéndole el 5% de las acciones como dote cuando se casara.
Aunque a Verónica y su esposo no les hacía mucha gracia, no podían negar que el Grupo Rubín era un legado de Hugo, y entregar una pequeña parte a su nieta era razonable.
Sin embargo, aceptaron con reticencia.
En aquel momento, Hugo incluso hizo que Verónica contratara a un abogado para redactar un acuerdo formal.
Este acuerdo entraría en vigor después de su matrimonio.
Hugo también se había dado cuenta de que Jordana no era del agrado de Verónica y su pareja en presencia de la pareja, por lo que había movido ficha con anticipación para dejarle una protección.
Después de su fallecimiento, incluso si Jordana no era bien recibida en la familia Soler y carecía del apoyo de padres y hermanos, aún podría vivir bien gracias al 5% de las acciones del Grupo Rubín.
La razón de establecer este acuerdo era el temor de que, llegado el momento, Verónica y su pareja no quisieran entregarle el 5% de las acciones a Jordana.
Capítulo 53
Al tratar de la protección que Hugo le brindaba, Jordana bajó la mirada y respondió con indiferencia: “Está bien.”
Una vez recibida la respuesta, Verónica no dijo nada más y colgó el teléfono de manera directa. Después de colgar, Eduardo notó cómo el rostro de Jordana se tornaba pálido.
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