Capítulo 48
Ya no era la primera vez que las personas de su círculo trataban a Esther como objeto de burla. En sus ojos, alguien como ella, que según ellos se ofrecía tan descaradamente, merecía ser el blanco de sus juegos crueles.
Jorge, al ver que Clara estaba al borde del llanto por la desesperación, no pudo evitar buscar la mirada de Samuel.
Pero solo encontró al presidente De la Garza reclinado en el sofá de piel, bebiendo whisky con una expresión indescifrable en su rostro. Era evidente que no tenía ninguna intención de
intervenir en la situación.
-¡Samuel! -Jorge se acercó a su amigo y bajo la voz hasta que fue apenas un susurro-. ¡Esto es demasiado! ¿Qué vamos a hacer si la señorita Montoya de verdad viene? ¿En serio vas a dejar que se convierta en el hazmerreír de todo Cancún?
-Si ella elige deshonrarse, ¿por qué debería detenerla? -el tono de Samuel era tan frío como el hielo en su vaso.
Jorge, visiblemente molesto, insistió: -¡Hoy es el evento de Anastasia! Si se arma una escena así, Anastasia tampoco la va a pasar bien.
Anastasia, percibiendo la tensión, tomó delicadamente el brazo de Samuel. Sus ojos verde jade reflejaban preocupación cuando dijo: -Si, Samu… tal vez, deberíamos llamar a la señorita Montoya y decirle que no venga.
-Ella causó que te humillaran frente a nuestra abuela -la expresión de Samuel se tornó más distante, su voz llevaba un halo de frialdad-. Ya dije antes que tenía que arrodillarse y pedirte disculpas.
Al escuchar esto, Anastasia soltó inconscientemente el brazo de Samuel, sus dedos elegantes retrocediendo como si el contacto la quemara.
Jorge, desconcertado por la actitud de su amigo, intervino: -¡Samuel, esto es demasiado! Nunca habías sido tan extremo antes, ¿qué te pasa hoy?
Aunque a Samuel nunca le había agradado Esther en el pasado, jamás la había humillado así en público. El incidente más extremo había sido durante su fiesta de compromiso, cuando en un momento de mal humor, Samuel había arrojado el anillo a la piscina.
¡Quién hubiera imaginado que Esther realmente se metería al agua a recuperarlo!
Desde ese momento, Jorge había comprendido que Esther era sincera. No era como las otras chicas que antes se acercaban a Samuel por ambición y estrategia.
Pero ahora Samuel queria humillarla en un evento como este.
Frente a la pregunta de Jorge, Samuel guardó silencio, limitándose a terminar el medio vaso de whisky que tenia enfrente.
1636
Transcurrió media hora.
Todos habían pasado por tres rondas de bebidas. Samuel consultó la hora en su reloj de diseñador, frunciendo el ceño con impaciencia.
-¿Esta Esther va a venir o no? Señor Obregón, ¿no será que te equivocaste?
-¿Cómo crees? ¡Esther definitivamente va a venir! Es una arrastrada del presidente De la Garza, al escuchar que el presidente va a besar a la señorita Miravalle, ¿cómo no vendría?
Justo cuando las palabras del señor Obregón terminaban de resonar en el aire, la puerta del
salón se abrió.
Cuando todos vieron a Esther aparecer en el umbral, vestida con un atuendo negro impactante, quedaron paralizados. Antes, Esther siempre se había vestido imitando a Anastasia, no necesariamente muy dulce, pero sí como la tradicional señorita de una familia prominente, que no contraataca ni responde a los insultos.
Era la primera vez que la veían vestida así. Su maquillaje era suave, pero la ropa exhibía una actitud audaz y rebelde que contrastaba con su imagen anterior.
Por un momento, los juniors presentes quedaron deslumbrados por la transformación de Esther.
-¡Esther, de verdad viniste! -el señor Obregón se acercó, recorriéndola con ojos lascivos-. ¿Pero qué podemos hacer? ¡Llegaste tarde! El presidente De la Garza todavía va a besar a la señorita Miravalle. Ya que estás aquí, ¿por qué no te tomas una copa para celebrar con el presidente De la Garza y la señorita Miravalle antes de irte?