Capítulo 43
-¡Claro que sí! ¡Por supuesto que sí! -exclamó la recepcionista con entusiasmo mientras se apresuraba a ayudar a Esther a pasar su tarjeta por el lector del elevador.
Los murmullos no se hicieron esperar entre el personal de la recepción.
-¿Vieron eso? Era la señorita Montoya -susurró una.
-¿Por qué viene vestida así? -comentó otra, sin poder ocultar su sorpresa.
-La señorita Montoya se ve hermosa. ¿Cómo es que no nos habíamos dado cuenta antes de lo atractiva que es?
-¿Es necesario preguntarlo? Seguramente es para llamar la atención del presidente De la Garza–opinó alguien más con aire conocedor-. Todos saben que la señorita Montoya siempre se viste imitando a la señorita Miravalle. ¡Quién sabe cuál de sus atuendos estará copiando esta vez!
Mientras tanto, en la oficina del presidente del Grupo De la Garza, Paula se movía con gracia estudiada alrededor del escritorio. Servía bebidas a Samuel y le acercaba agua, además de organizar documentos para él con una eficiencia que rayaba en la adoración.
Bianca, observando desde su puesto, no pudo evitar admirar la diligencia de Paula. “La última que logró hacer eso con tanta gracia fue la señorita Montoya“, pensó con cierta nostalgia.
-Señorita Montoya, el presidente De la Garza está en su oficina. Permítame escoltarla -ofreció Bianca al ver llegar a Esther.
-Mhm -respondió Esther con un sonido neutral, mientras sus ojos se clavaban en la oficina de
Samuel.
Las puertas de vidrio semitransparente revelaban claramente la escena interior. Paula atendía a Samuel con una devoción que se reflejaba en cada uno de sus movimientos, sus ojos brillando con una adoración apenas disimulada.
Era una imagen dolorosamente familiar para Esther, como mirarse en un espejo del pasado. Sus ojos se tornaron fríos como el hielo mientras observaba.
Dentro de la oficina, Samuel comenzaba a mostrar señales de impaciencia, a punto de pedirle a Paula que se retirara, cuando levantó la vista y captó la presencia de Esther.
El cambio en su atuendo lo descolocó momentáneamente, pero se recuperó con rapidez. Una risa fría escapó de sus labios mientras estos se curvaban en una sonrisa juguetona y cruel.
-Átame la corbata -ordenó a Paula con voz baja y deliberada, tomándola del mentón.
-Presidente De la Garza… -musitó Paula, sus mejillas tiñéndose de rosa mientras sus ojos se
llenaban de timidez.
Paula se acercó con movimientos delicados para ajustar la corbata. La intimidad de la escena era palpable, y mientras Esther vacilaba en el umbral, Samuel lanzó otra orden:
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Capitulo 43
-Límpiame los zapatos.
-¿Qué? -Paula retrocedió sorprendida.
-¿Qué pasa? ¿No puedes agacharte? -el tono de Samuel destilaba burla-. Tu prima lo hacía. Cuando le pedía que limpiara mis zapatos, se arrodillaba sin un ápice de dignidad.
Fuera de la oficina, Esther no pudo contener una risa gélida. En el pasado, su amor por Samuel había sido tan ciego que la había llevado a hacer cosas impensables, sin límites ni dignidad.
Y para él, todo eso no era más que una anécdota divertida, un recuerdo para burlarse.
Paula, escuchando las palabras de Samuel, se arrodilló sumisamente y comenzó a limpiar sus zapatos con el exterior de su delicado vestido blanco de tul.
Los recuerdos del pasado de Esther se mezclaron con la escena presente, provocándole una náusea que le revolvió el estómago.
Sin dudarlo un segundo más, empujó la puerta de la oficina con determinación, su entrada tan decidida como el nuevo rumbo que había tomado su vida.
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