Capítulo 437 

La mujer no se daba por vencida, por lo que desesperada, gritaba: “¡Ah, querido! ¿Qué dices? ¡No te entiendo!” 

Benito se lanzó hacia ellos, tratando de separar a Lucio su madre. “¡Papá, suéltala a mamá, la 

vas a lastimar!” 

Lucio le lanzó una mirada furiosa hacia su hijo menor y luego le ordenó a los sirvientes: “Aten a 

este joven.” 

Los sirvientes de la familia, al escuchar eso, solo se miraron entre sí y luego, como si hubieran 

acordado algo, dieron un paso atrás. 

Lucio se dio cuenta de que la familia Córdoba había caído bajo el control de esa madre e hijo. Aquellos leales sirvientes de antaño habían sido reemplazados poco a poco por su esposa, y los nuevos estaban a su servicio. 

Benito empujó con fuerza a Lucio: “Papá, si tienes algo que decir, dilo. No tienes derecho a tocar a mi madre.” 

Lucio no podía competir con la juventud y fuerza de Benito, ni superar la elocuencia de su esposa. Por lo que solo pudo sentarse en el suelo, derrotado, maldiciendo a esos sirvientes que no lo ayudaban. “Ingratos, la familia Córdoba les ha dado de comer, y ustedes le sirven a 

extraños.” 

Su esposa e hijo mostraron una sonrisa triunfante. 

La mujer, con arrogancia, dijo: “Querido, ya estás viejo. No te esfuerces más. Mejor deja la familia Córdoba en manos de nuestro hijo y disfruta de tus años dorados.” Esa frase sonó más 

como una amenaza. 

Lucio estaba tan furioso que parecía estar a punto de explotar. 

El mayordomo, tras ver esa escena, no pudo más que sacudir la cabeza, desilusionado por la debilidad de Lucio. 

Finalmente, aplaudió, e instantáneamente entró corriendo un grupo de ocho guardaespaldas con trajes y anteojos de sol. 

La atmósfera en la habitación se tensó de inmediato. 

Con un gesto del mayordomo, los guardaespaldas se abalanzaron y sometieron a Benito. 

“¡Suéltenme! ¡Suéltenme!” Benito gritó hasta desgarrarse la garganta, rojo de ira. 

Pero los guardaespaldas solo obedecían al mayordomo, quien ordenó: “Encierrenlo. Sin mi permiso, nadie puede dejarlo ir.” 

Benito finalmente mostró una expresión de pánico, buscando desesperadamente la ayuda de su padre: “¿Papá, me ayudas?” 

14:46 

Capítulo 437 

Lucio, quien había volcado todo su amor en ese hijo, al saber que no era suyo, transformó todo ese afecto en odio. Apuntando a Benito, rugió: “No me llames papá. No eres mi hijo.” 

Benito, confundido por el súbito odio de su padre, mostró una mirada perpleja. 

Sin saber que hacer, solo pudo escuchar a Lucio insultarlo fríamente: “No mereces ser el joven señor de la familia Córdoba. Eres el bastardo que tu madre tuvo con otro hombre. No puedo creer que abandoné a mi verdadero hijo por ti.” 

Benito siempre había resentido a Lucio, odiando ser el hijo ilegítimo, viviendo bajo la mirada despectiva de los demás. 

Pero al saber que era el resultado de la infidelidad de su madre, se desmoronó aún más. 

Simplemente pasó de ser el hijo ilegítimo de un hombre, al de otro que no conocía. 

De cualquier manera, era deshonroso. 

Uno más vergonzoso que el otro. 

Ante su desgracia, no pudo más que reír a carcajadas. 

“Jajaja.” 

La Señora Córdoba realmente entró en pánico, cayendo de rodillas frente a Lucio, dijo llorando: “Querido, he cometido un error. Pero si alguien tiene la culpa, soy yo, mi hijo es inocente, no sabe nada. Te lo ruego, por favor, perdónalo.” 

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