Capítulo 434
El dueño del bar explicó: “Señor, esto es un bar. Uno de los clientes se pasó de copas y no reacciona. Encontré su nombre en la agenda de contactos. Supongo que deben conocerse bien. Así que espero que pueda llevárselo…”
Del otro lado, el anciano Cristóbal Córdoba se quedó impactado. Murmuró para sí mismo: “¿Puso mi contacto en primer lugar?”
En sus días de gloria, estrellas, amigos, mujeres y empresarios lo llamaban sin cesar. Incluso para llamar a ese nieto suyo, que era la comidilla del pueblo, tenía que pensar en el momento adecuado.
¿Acaso todos esos días bulliciosos se habían convertido en cosa del pasado?
El perspicaz Cristóbal pareció haberse dado cuenta de que el mundo exterior había cambiado
drásticamente.
En ese momento, se levantó con el cuerpo debilitado, y llamó a su mayordomo de toda la vida: “Manuel Rojas“.
Manuel apareció al instante: “¿En qué puedo ayudarlo señor?”
El rostro de Cristóbal, pequeño como una palma y lleno de arrugas densas, parecía un muñeco de actuación mecánica cuando hablaba, con todas las arrugas tirando de su piel: “Quiero saber qué diablos está pasando con la familia Córdoba“.
El mayordomo, con el cabello encanecido pero aún luciendo vigoroso, le dijo con seriedad: “Sseñor, me enteré por las tendencias en las redes, que el presidente Córdoba y el señor Isaac, padre e hijo, han roto relaciones.”
Cristóbal se quedó profundamente conmocionado: “¿Ruptura entre padre e hijo? ¿Por qué
razón?”
El mayordomo titubeó: “Se dice que… para casarse con esa mujer de afuera, el presidente Córdoba forzó a su esposa legítima a divorciarse de él. Su esposa, en un momento de desesperación, se suicidó tirándose al río. Luego, el presidente Córdoba esparció las cenizas de la esposa legítima frente a su hijo… lo que provocó que Isaac se vengara frenéticamente de la compañía. Ahora, el Grupo Córdoba ya no tiene la gloria de antaño y está al borde de la bancarrota.”
Cristóbal, habiendo vivido una vida de turbulencias, sintió unas ondas en su corazón, pero aun así, se mantuvo tranquilo.
Con un tono de quien lamenta no haber corregido a tiempo, dijo: “Lo malcrié.”
El anciano cerró los ojos, y las lágrimas brotaron de sus ojos secos.
Al abrirlos de nuevo, como quien ha tomado una dura decisión, dijo con firmeza: “Manuel, dime la identidad de esa concubina. Para que este donjuán no se vaya de este mundo sin saber la verdad.”
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Capitulo 434
El mayordomo se quedó quieto por un momento…
Finalmente, con un suspiro de pesar, respondió: “Está bien.”
En la villa de los Córdoba, cuando el mayordomo de antaño apareció, la gente casi enloqueció de alegría.
Después de todo, el mayordomo y Cristóbal, llevaron al Grupo Córdoba, a través de tormentas y mareas, a convertirse en un gigante de la industria en la Ciudad de México. La fuerza de esos dos no era algo que se pudiera subestimar.
Así, la llegada del mayordomo les dio a las personas de la familia Córdoba la esperanza de un
renacimiento.
Lucio, con lágrimas corriendo por su rostro, parecía volver a su infancia, cuando siempre que causaba problemas, ese amable anciano lo ayudaba a solucionarlos.
El hombre se acercó emocionado, y llorando a mar suelto, dijo: “Manuel, ¿Finalmente has
decidido venir a vernos?”
El mayordomo miró a Lucio, quien una vez fue un hombre joven y apuesto, ahora con canas en sus sienes y una apariencia evidentemente envejecida. Con un suspiro, dijo: “No nos hemos visto en siete u ocho años, ¿Y ya has envejecido tanto?”
Lucio se secó las lágrimas y empezó a quejarse: “No tienes idea, crié a un hijo desagradecido. Él arruinó completamente nuestro buen negocio. Les fallé tanto a ti como a mi padre…”
El mayordomo no compartió su animosidad, sino que lo miró con indiferencia.
Lucio lo miró confundido, la tranquilidad del mayordomo lo puso algo nervioso. “Manuel, tu visita debe ser por instrucciones del señor, para salvar al Grupo Córdoba, ¿Verdad?”
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