Capítulo 64
En la soledad de su habitación de hospital, Inés repasaba el tablero de su juego personal. Antes, la ecuación era simple: Dante la elegía a ella porque Lydia era predecible, manejable. Ahora, el péndulo había oscilado en la dirección opuesta, y la preferencia de Dante por Lydia era innegable.
“Ya sé, Rafa, quiero estar sola un rato para pensar“, dijo, modulando su voz para sonar reflexiva y resignada.
Rafael, atrapado en su propia red de lealtades y culpas, le acarició la cabeza con afecto fraternal. “Descansa, no pienses demasiado.”
Apenas la puerta se cerró tras él, la máscara de vulnerabilidad de Inés se desmoronó, revelando una expresión sombría que transformó sus delicadas facciones. Sus ojos, normalmente claros y dulces, destilaban ahora una malicia calculada.
“Lydia, crees que puedes quitarme a Dante“, susurró a la habitación vacía. “¡No tienes lo que hace falta!”
El mensaje de Selena llegó como una bomba: [Señorita Monroy, el presidente Márquez y Lydia van a celebrar su compromiso de nuevo en tres días.]
La furia amenazó con desbordarla, sus dedos apretando el teléfono hasta que los nudillos se tornaron blancos. Pero antes de que pudiera ceder a sus impulsos destructivos, una llamada entrante de Gustavo cambió el curso de sus pensamientos.
“¿Hola, Gustavo?” Su voz era pura miel, ocultando el veneno que preparaba.
“Señorita Monroy, por favor, ayúdeme, tiene que ayudarme.” La desesperación en su voz era música para sus oídos.
“Gustavo, tranquilízate, cuéntame lentamente, ¿qué pasa?”
La confesión brotó como un torrente: “Yo… estos dos años, el presidente Márquez me ha pedido que le compre regalos a Lydia en varios aniversarios, yo los compré… pero nunca se los di…”
La sorpresa de Inés era genuina. ¿Qué clase de locura había poseído a Gustavo para desviar los regalos de Dante? Los regalos del presidente Márquez no eran baratijas; dos años de presentes sumaban una fortuna considerable. La estupidez de todos los involucrados, Gustavo por robar, Lydia por no notar la ausencia, Dante por no verificar, era casi cómica.
Una idea maliciosa comenzó a formarse en su mente. “Gustavo, hoy iba a cenar con Lydia y con Dante“, comenzó, su voz destilando falsa preocupación. “Durante la cena, Lydia quería un collar, le hacía cariño a Dante diciendo que quería uno, incluso mencionó que Dante hace años que no le daba regalos…”
La reacción fue instantánea y violenta. “¡Lo sabía! ¡Tenía que ser esa desgraciada de Lydia!” La voz de Gustavo temblaba de rabia. “¡Ya lo perdí todo en el juego! ¡No tengo cómo devolver ese
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Capitulo 64
dinero!”
Las piezas encajaban perfectamente. Un jugador desesperado era la herramienta ideal para sus planes.
“La verdad es que a Dante no le importa ese dinero“, murmuró Inés, sembrando las semillas de su manipulación. “Dijo que has estado con él tanto tiempo, siendo casi como un hermano menor, y quería darte una oportunidad. Pero Lydia no estuvo de acuerdo.”
Hizo una pausa calculada antes de continuar: “Después de que se canceló el compromiso anterior, Dante se siente culpable con ella. Quería hacer otro intento, pero Lydia se puso difícil, dijo que si no te castigaban, ella no se comprometería. Su compromiso es en tres días…”
El odio en la voz de Gustavo era palpable, crudo y destructivo. “¡Esa desgraciada! ¡Si ella piensa que no voy a dejarla tranquila, ella tampoco va a tener paz! ¡Soñar con comprometerse con el presidente Márquez! ¡No voy a permitir que se salga con la suya!”
Inés colgó el teléfono, una sonrisa siniestra curvando sus labios. La semilla había sido plantada, y ahora solo tenía que esperar a que la desesperación y el resentimiento hicieran su trabajo. Gustavo, en su furia ciega, se había convertido en el peón perfecto para su juego de destrucción.
El compromiso en tres días prometía ser un evento memorable, aunque no necesariamente por las razones que Dante y Lydia esperaban.
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