Capítulo 40
Al día siguiente, todas las empresas del Grupo Montoya anunciaron la suspensión de sus operaciones.
Los accionistas del Grupo Montoya estaban tan inquietos como hormigas sobre brazas ardientes. La suspensión significaba graves problemas en la cadena de financiamiento del grupo empresarial.
Si no se resolvía pronto, el Grupo Montoya enfrentaría incumplimientos y posible bancarrota.
En la sala de juntas, todos aguardaban la decisión de Olimpia con nerviosismo. Después de todo, había sido ella quien había manejado la compañía en los últimos días.
Francisco abrió las imponentes puertas y Olimpia hizo su entrada.
-¡Señora! Los proyectos están parados, ¿qué vamos a hacer? -se apresuraron a preguntar los presentes.
-Es cierto, si seguimos así, ¡la compañía está acabada!
Al ver la ansiedad generalizada, Olimpia también sintió tambalearse. Solo había venido a destruir evidencia, temerosa de que Esther investigara las cuentas. ¡Quién iba a pensar que al día siguiente la compañía enfrentaría semejante crisis!
¡Todo por culpa de esa Esther! Ofender al presidente De la Garza había provocado el colapso en la cadena de financiamiento.
Si no fuera porque el presidente De la Garza retiró su inversión, el Grupo Montoya no estaría en esta situación desesperada.
La ira burbujeaba en su interior, pero mantuvo una sonrisa conciliadora.
-Tranquilos, todo esto es culpa de esa señorita insensata de nuestra casa, que ofendió al presidente De la Garza y provocó que retirara su inversión. No se preocupen, ahora mismo la llevaré a pedir disculpas. Una vez que él reinvierta, los proyectos de la familia Montoya podrán continuar.
-¡Ya sabía yo que esa señorita no tenía remedio! ¡Ha manejado la compañía de forma desastrosa! ¡Ni siquiera sabe revisar las cuentas! Solo con la señora al mando podemos recuperar la situación.
-Señora, por favor, hable con ella. Nuestra familia Montoya no puede darse el lujo de ofender a alguien tan importante como el presidente De la Garza.
-¡Es verdad! Si la compañía se queda sin fondos, ¡estamos acabados!
Las quejas de los accionistas resonaban una tras otra.
Olimpia mantenía una sonrisa tensa, aunque por dentro la incertidumbre la carcomía.
Al salir de la sala de juntas, se dirigió apremiante a Francisco:
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Capítulo 40
-¡Esa desgraciada de Esther se enteró del problema con las cuentas! ¡Apúrate a arreglarlas, no podemos dejar que lo descubra!
-Tranquila, ya estoy en ello.
Francisco, aprovechando que no había testigos, rodeó la cintura de Olimpia mientras entraban juntos a la oficina.
Mientras tanto, en la residencia Montoya, Esther observaba las grabaciones de seguridad en su computadora.
Al ver a Olimpia y Francisco abrazándose furtivamente, una sonrisa sardónica se dibujó en sus
labios.
“Olimpia, esto es lo que tú misma has puesto en mis manos“, pensó mientras guardaba el video y cerraba su laptop.
-Estoy ansiosa por ver cómo solucionas el problema financiero.
Simultáneamente, en la oficina del Grupo De la Garza, Samuel revisaba unos documentos mientras Bianca informaba:
-Presidente De la Garza, la cadena de financiamiento de la familia Montoya ya está
severamente comprometida. El proyecto de quinientos millones se ha detenido, y otros están paralizados. Si esto continúa, la familia Montoya seguramente se arruinará.
-¿Ella todavía no se da por vencida?
-La señorita Montoya aún no ha venido a la empresa…
Samuel soltó una risa helada.
Había esperado toda la mañana y Esther no se había presentado a disculparse.
Parece que realmente no le importaba el destino del Grupo Montoya.
Comprensible, no era raro que una señorita de familia rica se negara a doblar su orgullo.
-Bien, entonces esperaré un poco más. Tarde o temprano tendrá que venir a rendirse.
-Presidente De la Garza, ¿y si… digo, si la señorita Montoya no viene?