Capítulo 420
Al abrir el paquete de terciopelo grueso, lo que se reveló ante sus ojos fue el clásico papel madera, lleno de firmas. En él se veía la caligrafía fluida y enérgica de Salvador, que
serpenteaba como dragones y serpientes; también estaba su escritura regular y hermosa de
años anteriores…
En una esquina, encontró unas letras torcidas que decían “Salva“. La letra aún era muy infantil, aunque el trazo era ordenado, mostraba la suavidad de un niño que aún no tenía la fuerza paral sostener el bolígrafo correctamente.
Esa caligrafía le resultaba demasiado familiar, la conocía demasiado bien.
Era igual a la suya.
Sus lágrimas empezaron a caer de repente.
“Salva, en verdad eres tú.”
Esas letras eran las que ella le había enseñado a escribir a Álvaro.
En ese momento, estuvo segura, Salvador era el pequeño Álvaro.
Con delicadeza, acarició aquel papel madera que documentaba el paso de los años, y lentamente comenzó a pasar las páginas. En la primera, vio una línea de texto poderosa y
vigorosa:
“La despedida es para un reencuentro aún mejor.”
En la segunda página, estaba su familiar caligrafía. El niño le había escrito una carta con su inocente lenguaje:
Hermana, he vuelto a casa. Todos tus buenos deseos para mí se han hecho realidad. Tengo una cama cálida, puedo comer hasta saciarme y vestir ropa abrigada. Pero no soy feliz en lo más mínimo, desearía poder compartirlo todo contigo.
En la tercera página.
“He visto a mi padre y a la bruja que me abandonó entre la multitud. Tomaron mi mano ‘amablemente‘, llorando mientras se confesaban conmigo, parecían demasiado sinceros. Pero no les creo en lo más mínimo. Hermana, me enseñaste que el corazón humano es inescrutable. También me enseñaste que, aunque el paisaje puede cambiar, la naturaleza humana permanece.”
En la cuarta página.
“Me enviaron a la mejor escuela, pero no encajaba con mis compañeros. Cada vez que me miraban como si fuera un monstruo, no podía evitar querer huir. Pero hermana, Recuerdo que una vez me dijiste: sigue tu propio camino, deja que los demás hablen.”
En la quinta página.
“Los resultados de los exámenes salieron, y obtuve el primer lugar. La forma en que los maestros y compañeros me observan cambió de nuevo, en privado me elogian como si fuera un genio. Debido a eso, mi abuelo incluso solicitó verme en persona.
Él pretendió amarme mucho, pero sé que el amor que se añade a la fortuna no es tan bueno como el que se ofrece en tiempos difíciles.
El abuelo me ama, pero solo porque soy útil.
No como el amor simple y puro que me brindaste.”
En la sexta página.
“Hermana, corrí en secreto de vuelta a Coyoacán para buscarte. Pero busqué en todos los lugares a los que fuimos y no pude encontrarte. No sé por qué, pero me sentía muy ansioso, espero que estés sana y salva.”
Aurora leyó hasta la sexta página y finalmente echó un vistazo a la fecha en la que Salvador escribió la carta. En ese momento, las lágrimas comenzaron a caer inmediatamente como lluvia.
Ese día, fue cuando conoció a Isaac.
También fue el comienzo de las tribulaciones en su vida.
No era de extrañar que Salva se sintiera tan inquieto, porque desde entonces, cada uno tomaría un camino sin retorno. En su vida pasada, solo se reunieron al final de sus vidas.
Ojalá en esta vida, el destino no los defraude.
Al observar la séptima página, le pareció que había pasado mucho tiempo desde que escribió la última entrada del diario, ya que la caligrafía del niño se había vuelto afilada, mostrando un filo agudo en su pluma.
El diario, al igual que sus letras, estaba lleno de la visión del mundo de un niño mayor.
La entrada decía:
“Tuve una pesadilla muy, muy terrible. En el sueño, un hombre terrible te llevaba. Te engañaba con palabras dulces, haciéndote ofrecer voluntariamente tu riñón a su amor platónico, y tu cuerpo quedaba peor que antes…
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