Capítulo 419
“Isaac, espero que no te arrepientas.” Dijo ella entre dientes, furiosa.
Luego, se negó a ser hospitalizada y aprovechó un descuido del médico para escapar del hospital.
Usando todas sus energías, llegó a la modesta vivienda de Gabriel Chávez y Fabiola.
Gabriel estaba confinado a una silla de ruedas, incapaz de moverse de cuello para abajo.
Fabiola, por su parte, podía apoyarse en un bastón y moverse con dificultad.
A pesar de las duras condiciones de vida de los dos ancianos, las adversidades parecían haber templado su carácter, regresándolos a una simplicidad apacible. Al menos, en sus rostros se reflejaba una tranquilidad poco común.
Cuando Cynthia irrumpió en la casa, los ancianos la miraron perplejos. Sus rostro no mostraban la alegría del reencuentro ni el cariño hacia su hija, solo cautela.
Como si no hubiera notado sus expresiones, Cynthia corrió hacia los brazos de su padre llorando. “Papá, me están haciendo daño. Todos me están haciendo daño“.
Gabriel habló con voz débil y poco clara: “Papá ya está viejo, no puede ayudarte. De ahora en adelante, tu camino lo tienes que recorrer por ti misma“.
Cynthia levantó la mirada, y al ver la resignación en los ojos de su padre, sintió como si su corazón se hubiera desplomado en un abismo: “¿Papá, tú también dejaste de quererme?” Preguntó con lágrimas en los ojos.
“Papá te ama, pero no puede hacer nada…”
De repente, Cynthia rompió en un llanto desconsolado: “Papá, mi enfermedad renal ha vuelto. Isaac quiere divorciarse. Si tú no te ocupas de mí, ¿Qué voy a hacer? ¿Cómo voy a vivir?”
Fabiola se acercó, intentando separarla.
“Cynthia, mira a tu papá. Está paralizado en una silla de ruedas, casi como un muerto viviente. Déjalo en paz, ¿Quieres? Deja que disfrute de sus últimos días tranquilamente“.
Cynthia empujó a su madre con fuerza, haciéndola caer al suelo: “No quiero que te metas. Él es mi papá, él es quien más me ama… Seguro que no puede dejarme“.
Fabiola se levantó del suelo con dificultad, luchando por su debilidad y la incomodidad de sus
piernas.
Gabriel, con los ojos humedecidos, miró a Fabiola y luego fulminó a Cynthia con la mirada: “Pidele perdón a tu mamá“.
Cynthia, atónita, replicó: “¿Papá, estás loco? A ti ni siquiera te agradaba esta mujer. Dijiste que casarte con ella fue la vergüenza más grande de tu vida. También dijiste que lo único bueno que ella te dio fue una hija, y esa soy yo“.
16.27
Capitulo 419
Fabiola, conmocionada, se quedó mirando a Gabriel, temblando de ira.
El hombre, con un atisbo de pánico en sus ojos, se apresuró a explicar: “Querida, no le hagas caso a sus locuras. Antes no sabía lo valiosa que eras, pero ahora que estoy enfermo, solo tú has permanecido a mi lado sin abandonarme. En el fondo de mi corazón, eres alguien muy importante.”
Luego se dirigió a su hija, y llenó de ira, le dijo: “Cynthia, siempre vienes a mí cuando tienes problemas, pero cuando las cosas van bien, me dejas de lado. Ya veo cuán egoísta eres. De ahora en adelante, tus problemas no tienen nada que ver conmigo.
Y retiro lo que dije. Encontrarme con tu madre fue lo mejor que pudo haberme pasado en la vida, y malcriarte, fue el mayor error“.
Cynthia miró a al hombre frente a ella llena de incredulidad: “Papá, ¿Eres consciente de lo que estás diciendo?”
El hombre le ordenó que se fuera: “Vete, y no vuelvas nunca más“.
Cynthia comenzó a llorar desconsoladamente.
“¿Por qué todos me abandonan? ¿Por qué?”
Gabriel cerró los ojos, y las lágrimas comenzaron a brotar: “Cynthia, todo es mi culpa, te consentí demasiado, y eso te convirtió en una persona egoista“.
Cynthia huyó llorando, cubriéndose la cara.
La ciudad había sido lavada por una lluvia reciente, dejando las calles húmedas y limpias.
Aurora regresó a casa y se encerró en su habitación.
Se sentó frente al tocador y sacó cuidadosamente el diario que Salvador le había regalado.