Capítulo 416 

El auto se alejó del bullicioso centro de la ciudad hacia el norte, adentrándose poco a poco en la desordenada periferia. 

Los edificios a ambos lados de la calle cambiaban gradualmente de formas extravagantes a estructuras bajas y deterioradas. En ese momento, Aurora comenzó a sentir que el paisaje a su alrededor le resultaba familiar. 

“Vale, ¿Cómo conoces este lugar?” Preguntó mirándola con sospecha. 

“Lo sabrás cuando lleguemos.” Respondió sonriéndole tímidamente. 

Aurora suspiró, “Siempre tan enigmática.” 

Luego de esa breve conversación, decidió recostarse en el asiento del auto y cerrar los ojos para descansar. 

Era extraño, habían dejado atrás un cielo despejado y, tras cruzar media ciudad, se encontraron con una cortina de lluvia. 

“Empezó a llover.” Valeria estacionó el auto en el lugar que Salvador le había indicado, al borde de la plaza de Coyoacán. Mirando la tierra envuelta en lluvia, el paisaje alrededor se tornó en un velo de neblina. Valeria no pudo evitar preocuparse, ¿Acaso el viaje había sido en vano? 

Aurora abrió los ojos y a través de la ventana contempló la escena borrosa. 

A través de la cortina de lluvia, vio el Puente del Arcoiris. 

Ese lugar le era demasiado familiar, por lo que su mente se inundó de tristes recuerdos de su 

infancia. 

“Vale, ¿Por qué me trajiste aquí?” Preguntó con una voz fría. 

No le gustaba ese lugar, estaba lleno de los recuerdos infelices de su niñez. 

Cada rincón le recordaba que había sido una niña abandonada, sin amor. 

Valeria, con sus ojos inocentes, respondió: “No sabía que llovería…” 

Si llovía, ella no podría encontrar ese lugar… 

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¿Qué tenía que ver la lluvia? 

Aurora se quedó mirando a través de la ventana el gran puente, las calles, y la plaza. 

Los recuerdos pasaban por su mente como si fueran escenas fugaces de una película. 

Recordó cuando apenas empezaba a entender el mundo, y su madre la perseguía por las calles con un látigo en mano: “Marina, maldita seas. ¿Por qué tengo que cuidarte? ¿No sabes que me divorcié por tu culpa?” 

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“Me debes la vida, y tienes que compensarme. Tendrás que cuidarme durante toda tu vida.” 

“Ve a mendigar. Si no traes comida, no te permitiré entrar a la casa.” 

Las lágrimas brotaron en los ojos de Aurora. 

Admiraba a su yo más joven, que a pesar de la adversidad y la opresión de su madre, floreció con fortaleza. 

La escena cambio, la pequeña Aurora llegó al Puente del Arcoiris con un tazón en mano, y luego se sentó tímidamente al lado de una anciana que estaba mendigando, quien al verta, le dijo: “Ay niña, ¿Cómo es que siendo tan pequeña ya mendigas? Los desagradecidos de mis hijos no quieren cuidarme, pero tú, siendo una niña tan hermosa… ¿Cómo pueden tus padres permitirte mendigar?” 

Aunque era joven, tenía un corazón claro como el cristal. No quería que nadie supiera que era una niña sin el cariño de sus padres, así que con una sonrisa, mintió piadosamente: “Señora, sali a experimentar la vida por mí misma.” 

La anciana le creyó, y muy amablemente le enseñó cómo dar lástima para conseguir dinero. Aunque aprendió las lecciones de la mendiga, nunca pudo sobrepasar la vergüenza de pedir dinero a gritos. Al final, aprendió una nueva habilidad: recoger botellas de agua para venderlas. Con el cabello despeinado y la cara sucia, recorrió una calle tras otra con una cadena de botellas colgando de su hombro, pero con una sonrisa de satisfacción en su rostro. 

Después de ganar algo de dinero, lo llevaba a casa orgullosamente, mostrándoselo a su madre: “Mamá, ya sé cómo ganar dinero.” 

Pero Fabiola simplemente le lanzaba una mirada despectiva, nunca satisfecha con lo que ella traía. “¿Eso es todo? Sigue intentando.” 

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