Capítulo 394
Camilo continuó diciendo: “Pero lo que el profesor les explicará mañana, lo más probable es que sean algunos conocimientos teóricos bastante especializados.”
“Por ahora, seguro no lo entenderán.”
Dora, un poco perdida, preguntó: “¿Ah?”
Camilo, acariciando la cabecita de Dora, dijo: “Pero si realmente desean aprender y se esfuerzan, cuando crezcan y estudien esa especialidad, podrán comprenderlo todo.”
Los ojos de Dora brillaron con un pequeño destello de ilusión: “¡Papá, prometo que estudiaré
mucho en el futuro!”
Natalia asintió con la cabeza: “¡Yo también!”
“Lo importante es que quieran aprender.” Camilo se sorprendió un poco, al darse cuenta de que estas pequeñas cosas podían despertar en ellas el amor por el estudio.
Se sintió muy satisfecho: “Entonces, continúen jugando.”
“De acuerdo.”
Rufino y Silvia estaban sentados en una habitación llena de juguetes, observando desde lejos a Dora y Natalia jugar. Al escuchar las palabras de Camilo, se miraron el uno al otro.
Los dos estaban llenos de emociones indescriptibles.
Antes de mudarse ahí, sabían que Camilo quería mucho a Dora, pero nunca habían presenciado su cariño de primera mano, lo que siempre les causaba cierta preocupación.
Ahora, después de haberse mudado…
Al ver cómo Dora, que antes era una niña callada y aislada, se volvía cada vez más habladora… Descubrieron que, efectivamente, Camilo cuidaba de ella con todo su corazón.
Especialmente en el día a día, lo que les confirmó que Camilo la trataba como si fuera su propia hija.
Finalmente, ambos se sintieron tranquilos.
Al ver que las niñas encontraban el segundo piso demasiado estrecho para jugar, decidieron bajar con sus aviones.
Camilo y los demás las acompañaron al patio.
Rufino y Silvia, de manera compenetrada, regresaron a su habitación.
Silvia sacó una caja de madera del estante y la abrió con esmero, revelando una pulsera verde
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esmeralda en su interior.
La tocó con delicadeza y dijo: “Rufino, he estado pensando mucho últimamente.”
Rufino se sentó frente a ella: “¿Ah?”
“Al principio, planeaba dejarle esto a nuestra hija.” Silvia todavía recordaba con claridad…
Cuando su hija aún no se había casado, se acercó a ella rogándole: “Mamá, esta pulsera es muy bonita, me encanta. ¿Podrías dármela cuando me case?”
Ella le había dado su aprobación.
Luego, cuando su hija se casó, quiso darle la pulsera como regalo.
Pero su hija se negó.
Diciendo que una pulsera tan valiosa podría dañarse si se sacaba a la calle.
Le pidió que la guardara bien en casa.
En ese momento, Silvia siempre pensó en encontrar el momento adecuado para dársela a su
hija.
Desafortunadamente, esta falleció.
Y nunca pudo entregarle la pulsera.
Los ojos de Silvia se llenaron de nostalgia: “Lamentablemente, nuestra hija no tuvo esa suerte.” “Dora todavía es muy pequeña…”
“Me preocupa que no vivamos hasta el día en que ella se case…”
“Así que pensé, quizás podríamos dársela a Ofelia.”
Rufino permaneció en silencio por un buen tiempo antes de decir: “Apoyo tu decisión.”
Los dos llegaron a un acuerdo.
Cuando ambos llevaron la caja al salón…
Joaquina ya se había llevado a Natalia.
En ese momento, Dora estaba mimando a Ofelia, mientras que Ofelia, con su carácter, la dejaba hacer travesuras sin decir nada.
Joaquina pasó la caja a mis manos: “Toma, es para ti.”
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