Capítulo 33
Samuel frunció el ceño con visible irritación.
Bianca se inclinó desde un lado para susurrarle:
-Presidente De la Garza, ya hemos superado nuestra valoración.
Al escucharla, Samuel dejó escapar una risa gélida.
Era evidente que Esther no tenía tanto dinero. Ofrecer semejante cantidad solo podía ser un intento de provocarlo.
Perfecto. Aunque perdiera algo de dinero, hoy le daría una lección que no olvidaría.
-¡Trescientos veinte millones! -pronunció Samuel con voz cortante.
Gabriel observaba la bravata de Samuel con profunda satisfacción.
Según sus cálculos, Samuel ya estaba perdiendo cincuenta millones.
Jamás esperó que Esther fuera tan astuta como para lograr que Samuel cavara su propia tumba con una simple provocación.
Definitivamente la había subestimado.
Justo cuando Gabriel se disponía a detener a Esther, ella sorprendentemente alzó su paleta:
-¡Quinientos millones!
La cifra provocó un silencio atónito en la sala.
¿Qué podía valer quinientos millones?
¿Cómo habían llegado a esa cantidad astronómica?
Esther había dejado al subastador completamente perplejo con su oferta.
El hombre se aseguró de no haber escuchado mal. Ese terreno en las afueras del sur, con apenas treinta mil metros cuadrados, ¡solo valía cien millones!
¿No acababan de ofrecer trescientos veinte millones?
¿De dónde había salido esa locura de quinientos millones?
-¿Se volvió loca Esther? -el rostro de Samuel se ensombreció peligrosamente.
Un simple terreno en las afueras que no valía gran cosa, ¿y ella se atrevía a ofrecer quinientos millones?
¿De dónde sacaba tanta osadía?
-Presidente De la Garza, no podemos seguir ofertando -Bianca comenzó a inquietarse visiblemente. ¡Las pérdidas serían demasiado grandes!
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Esta jugada de Esther era claramente un todo o nada.
En años, ningún terreno de esas dimensiones en las afueras había alcanzado semejante precio. -¡Esther, ya basta! -susurró Gabriel con dureza-. ¿Tienes idea de cuánto dinero vas a perder?
-Presidente Bouchard, no se trata de cuánto voy a perder yo, sino de cuánto va a perder usted -replicó ella con calma-. No olvide que esto fue lo que me prometió. Un hombre de palabra no se retracta.
-Tú…
Gabriel había pensado que Esther pediría como mucho una mansión de algunos millones, pero ella había apuntado directo a un terreno de quinientos millones.
-Ahora sospecho que Samuel te envió específicamente para sabotearme -dijo Gabriel con tono amenazante.
-Al contrario. Soy más bien un ángel guardián enviado para salvarlo.
-¿Salvarme? ¿Perdiendo quinientos millones vas a salvarme?
Del otro lado, Anastasia observaba con preocupación cómo Samuel perdía el control por Esther.
-Samu–preguntó tentativamente, si la señorita Montoya termina perdiendo, ¿la familia Montoya tendrá problemas?
-¿Problemas? -Samuel soltó una carcajada amarga.
¿Eso aún se preguntaba?
La familia Montoya carecía de liquidez, y se atrevían a gastar quinientos millones en un terreno sin ninguna preparación.
El menor error, y los negocios de la familia Montoya se derrumbarían como un castillo de naipes.
¡Esta Esther realmente se estaba cavando su propia tumba!
Esta vez, ella misma había buscado su ruina.
Con el golpe final del martillo, el terreno en las afueras del sur quedó oficialmente adjudicado a
Esther.
Ella observó el momento con absoluta tranquilidad.
Por supuesto, ninguno de ellos podría imaginar cuánto valdría realmente ese terreno en el futuro.
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