Capítulo 41
El pulgar de Dante se deslizaba por la pantalla del celular de Lydia, revelando un panorama cada vez más perturbador. Una tras otra, las evidencias de la manipulación de Gustavo se desplegaban ante sus ojos.
Ahí estaba una foto suya junto al lecho de Inés, su rostro componiendo una expresión de preocupación perfectamente calculada. El mensaje que la acompañaba era como una puñalada: “El señor Márquez está cuidando a la señorita Monroy. Ni te molestes en buscarlo, aunque sea tu cumpleaños.”
Luego, un video donde compartía copas con Liam en algún bar exclusivo,
“¿No vas a ver a Lydia? Acabas de regresar de tu viaje,” preguntaba Liam en la grabación.
La respuesta, pronunciada mientras se servía otro trago de whisky, era cortante: “Que se le pase el berrinche sola.”
Mientras seguía explorando, el patrón se volvía más claro: fotos con Inés estratégicamente tomadas, cada una acompañada de un “no molesten” por parte de Gustavo. La furia comenzaba a hervir en sus venas, manifestándose en la manera en que sus dedos apretaban el dispositivo.
Lydia siempre había sido persistente en buscar su atención, y él, incapaz de manejar esa demanda emocional, había delegado la tarea en Gustavo. Las instrucciones habían sido claras: mantenerla contenta con regalos, viajes, cualquier cosa que pudiera hacer sonreír a una mujer joven. Incluso había autorizado un bono especial para estos gastos.
Pero Gustavo había tergiversado completamente sus órdenes. En lugar de cuidarla, la había herido sistemáticamente. En vez de protegerla, la había humillado. Y ahora, ni siquiera se molestaba en disfrazar su desprecio, llegando al extremo de desearle la muerte.
La rabia helada que invadió a Dante se manifestó en una sola llamada.
“Sergio,” su voz cortó el aire como una navaja cuando el jefe del departamento legal contestó. “Investiga cada movimiento de Gustavo en la empresa. Reúne evidencia. Prepara una demanda. Lo quiero pudriéndose en la cárcel.”
“Sí, señor,” la respuesta fue inmediata, aunque teñida de sorpresa.
Al terminar la llamada, Sergio se quedó intentando procesar lo que acababa de suceder. Gustavo había sido el asistente personal de Dante durante años. ¿Qué podría haber hecho para merecer semejante castigo? Pero como director jurídico de AVE Global, su deber era ejecutar las órdenes del presidente, no cuestionarlas.
La investigación resultó sorprendentemente sencilla. No es que Gustavo hubiera puesto en riesgo la integridad de la empresa, nunca habría tenido el valor para tanto. Pero las irregularidades estaban ahí, esperando ser descubiertas como cucarachas bajo la luz: trabajos externos no autorizados, filtración de precios de reserva en contratos menores.
14-201
Cierto, no se había atrevido a tocar los contratos multimillonarios que eran el corazón de AVE Global. Se había limitado a transacciones menores a cinco millones, gotas en el océano para una corporación del tamaño de AVE Global. Pero las comisiones que había embolsado por estas traiciones menores sumaban una cantidad considerable.
Con las pruebas en mano, Sergio no perdió tiempo en contactar a las autoridades. La llamada que Gustavo recibió de la policía fue como un baldazo de agua helada.
¿Una demanda? ¿AVE Global lo estaba demandando?
El pánico se instaló en su pecho como una garra helada. Había anticipado el despido, incluso se había permitido fantasear con una eventual reconciliación. Pero esto… esto era diferente. Tendría que devolver cada peso mal habido, contratar un equipo legal de primera línea, o enfrentar tiempo tras las rejas.
Y lo peor era que sabía, con la certeza de quien ha trabajado años en el sistema, que enfrentarse al departamento legal de AVE Global era una batalla perdida antes de comenzar. Si Dante había decidido llevarlo ante la justicia, su destino estaba sellado.
El miedo finalmente se apoderó de él. Con dedos temblorosos que apenas podían sostener el teléfono, marcó el número de Dante. Después de todo, habían sido compañeros en la universidad. Había sido su asistente desde la graduación, siempre meticuloso, siempre leal, o al menos eso creía. Por un error así, Dante no podía ser tan implacable, ¿verdad?
El tono de marcado resonaba en sus oídos como una cuenta regresiva hacia su perdición.