Capítulo 30
Desde el pasillo, Anastasia golpeó suavemente la puerta dos veces antes de abrirla.
Su figura era imponente, ataviada en un elegante vestido blanco de gala que resaltaba su natural nobleza. Su larga cabellera caía como una cascada hasta la cintura, otorgándole un aire de inconfundible distinción.
-Samu, la subasta está por comenzar. Deberíamos irnos.
Al verla, Olimpia no pudo evitar sentir una punzada de incomodidad.
Ese lugar como señora De la Garza debería pertenecerle a Esther, si no fuera por las artimañas de Anastasia. Y ahora, para un evento tan importante como la subasta, Samuel ni siquiera consideraba el prestigio de la familia Montoya, prefiriendo llevar a Anastasia.
¿No era eso una bofetada directa a su rostro?
-Tú debes ser Olimpia, Samu me ha hablado de ti -dijo Anastasia, estudiando a Paula con detenimiento-. Y tú eres…
La mirada de Anastasia recorrió el atuendo de Paula, prácticamente idéntico al suyo, y sonrió con cierta ironía.
¿No era suficiente con una Esther, que ahora traían a otra?
Aunque al final, todas eran simples sustitutas.
Al notar el escrutinio de Anastasia sobre Paula, Olimpia se sintió repentinamente incómoda.
-Ya terminamos nuestra charla -se apresuró a decir, haciendo que Paula se levantara-. ¡Nos retiramos, nos retiramos!
Y con esas palabras, Olimpia prácticamente arrastró a Paula fuera de la oficina.
Samuel observó a Anastasia acercarse y frunció el ceño con preocupación.
-Aún no te has recuperado por completo. ¿Por qué viniste?
-Por supuesto que vine a acompañarte. Sé lo importante que es esta subasta para ti, ¿cómo podría faltar? -respondió ella, colocándose a su lado con gracia-. ¿O acaso… esperabas a alguien más?
Samuel guardó silencio.
Era cierto que había enviado un vestido de noche a Esther, pero eso había sido idea de su abuela.
No era su intención.
A su lado, Bianca se inclinó para susurrarle:
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Capítulo 30
-Presidente De la Garza, la señorita Montoya confirmó que no asistirá…
¿No vendría?
¡Esta Esther realmente se estaba excediendo!
En circunstancias normales, ni siquiera suplicando tendría la oportunidad de estar en su presencia, y ahora se daba estos aires.
Anastasia notó su reacción y comentó con cierta molestia:
-Así que invitaste a la señorita Montoya. Con razón me pidió que te acompañara.
Samuel frunció el ceño.
-¿Esther te pidió que vinieras conmigo?
-Parece que la señorita Montoya realmente desea romper el compromiso, Samu. Nosotros… quizás no deberíamos presionarla.
En otro momento, a Anastasia no le habría importado.
Pero últimamente, algo la inquietaba.
Parecía que Esther ya no era una simple sustituta para Samuel.
Si él realmente se había enamorado de Esther, ella no podía permitir que volvieran a acercarse.
-Al menos sabe cuándo retirarse–respondió Samuel con frialdad-. Eso demuestra que tiene algo de sensatez.
Se puso de pie, aunque por dentro la inquietud lo carcomía.
Al caer la tarde, en la Casa de Subastas Ron Pichardo, el automóvil de Samuel se detuvo frente
a la entrada, donde un valet ya esperaba para estacionarlo.
El lugar resplandecía con lujo y opulencia, incluso el pórtico estaba decorado con extraordinaria magnificencia.
Apenas Samuel descendió del vehículo, se convirtió en el centro de todas las miradas. Anastasia, a su lado, también captó la atención general.
Esta escena no pasó desapercibida para Esther, que observaba desde las sombras.
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