Capítulo 29
-Oye, que el profe te prestara dinero está súper cabrón -comentó Clara-. Antes no parabas de hablar pestes de Gabriel y ahora le pides lana, ¿y aun así te la prestó?
-Samuel y Gabriel son como el agua y el aceite. Si yo le echo la mano a Gabriel, pues claro que me va a prestar.
-Tiene sentido -Clara hizo una pausa y luego reaccionó. Espérate… ¿cómo que le echaste la
mano?
-Le ayudé a chingarse a Samuel.
-¿Qué? ¿De verdad te vas a poner al tú por tú con Samuel?
Clara estaba genuinamente sorprendida. Había sido testigo del profundo amor que Esther sentía por Samuel.
Pensó que esta vez solo era otro berrinche pasajero de su amiga, pero resultaba que de verdad quería zafarse de Samuel.
¡Eso sí que era romper el molde!
Al ver la reacción tan impactada de Clara, Esther no pudo contener una risa amarga.
Incluso su mejor amiga pensaba que no podría vivir sin Samuel.
¿Qué pensaría entonces el resto del mundo?
La hija heredera de la familia Montoya, convertida en el hazmerreír por Samuel De la Garza.
Vaya ironía del destino.
Al caer la tarde, Olimpia llevó a Paula, quien lucía un elegante atuendo, a las oficinas del Grupo
De la Garza.
En el despacho presidencial, al ver a Samuel sentado en su imponente silla ejecutiva, Olimpia esbozó una sonrisa nerviosa.
-Presidente De la Garza, sé que recientemente mi hija Esther ha sido imprudente y ha
provocado su molestia. Esa niña es terca y se negó a venir a disculparse, así que hoy he traído a su prima para que pida perdón en su nombre.
Samuel respondió con una burla helada:
-¿Oh? ¿Así que Esther te mandó?
-¡Así es! -se apresuró a responder Olimpia-. Esther ya reconoció su error, y también dijo que lo del desenganche no fue intencional. Presidente De la Garza, le ruego que la perdone considerando su juventud e inexperiencia.
1/2
01:27
Capitulo 29
Al escuchar que Esther había admitido su error, Samuel comentó con sarcasmo:
-Veo que al menos tiene algo de sentido común.
-¡Por supuesto! -exclamó Olimpia, y viendo que era el momento oportuno, le hizo una señal a Paula.
La joven no había apartado la mirada de Samuel desde que entró. Jamás había visto a un hombre tan apuesto y por un momento quedó embelesada.
-Pauli, ¿no vas a saludar a tu cuñado?
-Cuñado… -musitó Paula, bajando la cabeza con fingida timidez.
Al escuchar esa palabra, Samuel sintió una inexplicable satisfacción.
Esther decía querer alejarse de él, pero entre bastidores movía sus piezas.
¿Al final aún deseaba el compromiso con él?
Aprovechando el momento, Olimpia intervino:
-Presidente De la Garza, la prima de Esther acaba de llegar del rancho y desea estudiar en el INC, pero desafortunadamente carece de contactos. ¿Podría ayudarla?
-Eso no es problema -respondió Samuel con indiferencia-. Es cuestión de una llamada.
Al oírlo, Olimpia dejó ver su alegría:
-¡Pauli! ¿No vas a agradecerle al presidente De la Garza?
-Espera antes de agradecer la interrumpió Samuel con frialdad-. Si les hago este favor, ¿no debería Esther mostrar algún gesto a cambio?
-¡Por supuesto! ¡Mañana mismo traigo a Esther para que se disculpe en persona! Y si aún no está satisfecho, aceptaremos cualquier castigo.
-No es conmigo con quien debe disculparse, sino con Anastasia. Tráela mañana, y que se arrodille para pedirle perdón.
-¡Claro! ¡No se preocupe! Me aseguraré de que le pida disculpas como es debido a la señorita Miravalle.
Olimpia apenas podía contener su sonrisa triunfal.
-Gracias, cuñado -intervino Paula con las mejillas sonrosadas-. Voy a estudiar mucho, no te voy a decepcionar.
Samuel solo respondió con un “hm” indiferente.
2/2