Capítulo 21
Esther comenzó a revisar el informe financiero con estudiada lentitud, cada movimiento cuidadosamente calculado para aumentar la tensión.
Sus dedos se deslizaban por las páginas con deliberada parsimonia, pasando de la primera a la última como si cada número requiriera profunda consideración.
Frente a ella, Francisco se desmoronaba bajo el peso de su propia culpa. Sus piernas temblaban tanto que apenas podía mantenerse en pie.
La perspectiva de pasar el resto de su vida tras las rejas por malversar millones lo estaba destrozando por dentro.
De repente, el sonido seco del informe golpeando la mesa -iclac!– hizo que Francisco casi se desplomara.
-¿Pero qué es esto? -Esther frunció el ceño con fingida confusión-. ¿Quién puede entender algo con tantos números?
La perplejidad se dibujó en el rostro de Francisco. ¿Era posible que Esther no comprendiera el
informe?
Ruth, observando desde cerca, también frunció el ceño. La decepción se reflejaba claramente
en su mirada.
¿Cómo era posible que la hija del presidente Montoya no pudiera interpretar un simple informe financiero?
-Señorita -Francisco se acercó con renovada confianza, secándose el sudor de la frente-, si quiere saber cómo va la empresa, yo puedo explicárselo. Así se ahorra tener que venir hasta aquí,
-Tienes razón, pero igual necesito firmar estos documentos -Esther se volvió hacia Ruth-. Ferrer, ayúdame a identificar cuáles requieren mi firma y cuáles no. También quiero aprender sobre la gestión de la empresa.
-Sí, señorita -respondió Ruth con voz grave, sin poder ocultar su desilusión.
Francisco permanecía inmóvil, como si sus pies se hubieran adherido al suelo.
-Francisco, ¿qué sigues haciendo aquí? -preguntó Esther con tono despreocupado-. Ya no te necesito para
nada.
El alivio inundó el rostro de Francisco al ver que Esther parecía tan desinteresada en los asuntos empresariales.
-Con su permiso, señorita, me retiro.
-Adelante.
Antes de salir, Francisco lanzó una mirada amenazante a Ruth, una clara advertencia de
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Capitulo 21
mantener la boca cerrada sobre los asuntos de la empresa.
La puerta se cerró tras él con un clic suave.
-Señorita Montoya -Ruth se acercó a Esther-, si hay algo que no entiende, puede preguntarme directamente.
-¿Estás decepcionada de mí, verdad?
-No… -Ruth titubeó.
-Te has arriesgado mucho hoy entregándome ese informe frente al viejo Francisco -observó Esther-. ¿No temes que tome represalias?
Ruth se sobresaltó.
-Señorita…
-Sé perfectamente que Francisco y Olimpia han estado desfalcando la empresa -continuó Esther con tono indiferente-. El informe lo muestra claramente. Millones de pesos.
La magnitud del robo la sorprendía. No había esperado que tuvieran la osadía de apropiarse de semejante cantidad.
Aunque, de cierta manera, esto simplificaba las cosas: con semejante desfalco, ni Olimpia ni Francisco verían la luz del día fuera de prisión.
-Señorita, ¿usted lo sabía todo? Entonces, ¿por qué antes…?
-Olimpia ha tenido tiempo de afianzar su control sobre la empresa -explicó Esther-. Tiene a los directores y accionistas comiendo de su mano. Yo soy solo una recién llegada que no les ha ofrecido ningún beneficio. No todos estarían dispuestos a aceptarme así como así. Aunque quisiera exponer a Francisco y Olimpia, no puedo actuar precipitadamente. Si se unen contra mí y logran destituirme, ¿de qué me habría servido?
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