Capítulo 14
-Esther, no te preocupes por Samu. Este muchachito simplemente se dejó engatusar por esa mujer de los Miravalle -la voz de Montserrat destilaba un fingido cariño maternal-. Ya verás cómo lo hago disculparse contigo como debe ser. Tú eres la nuera que elegí para los De la Garza, y eso nadie lo va a cambiar.
Esther esbozó una sonrisa tenue antes de responder:
-Doña Montserrat, si el presidente De la Garza ya tomó su decisión, no me queda más que respetar su voluntad. Les deseo lo mejor a él y a la señorita Miravalle.
Se puso de pie con elegancia estudiada y añadió:
-Si en el futuro necesita algo de mí, seguiré a sus órdenes como siempre. Solo que… mi compromiso con el presidente De la Garza termina aquí.
-Esther… Montserrat intentó retenerla con algunas palabras más.
-Doña Montserrat -la interrumpió Esther con una negativa-, tengo pendientes en casa que debo atender. Me retiro por ahora, pero vendré a visitarla otro día.
Montserrat observó la figura elegante de Esther alejándose y dejó escapar un profundo suspiro. La joven había cambiado; antes no era alguien que tomara las cosas con tanta ligereza.
Justo cuando Esther se disponía a abrir el pesado portón de la residencia De la Garza, una sombra oscura surgió de repente, cubriéndole la boca y la nariz.
Por instinto, su mano buscó el pequeño cuchillo que llevaba oculto, pero al distinguir el emblema de los De la Garza en la ropa del atacante, lo dejó en su lugar y fingió someterse al
secuestro.
Después de todo, aunque Samuel ya no la quisiera, dudaba que llegara al extremo de lastimarla físicamente.
Tal como anticipó, el hombre no intentó nada indebido, limitándose a conducirla hacia otro auto negro perteneciente a Samuel. Ya dentro del vehículo, Esther simuló perder el conocimiento. Tras un trayecto, sintió que alguien la levantaba en brazos.
El característico ‘ding–dong‘ del elevador resonó en sus oídos. Era idéntico al del Hotel Real. ¿Samuel había ordenado que la llevaran allí?
-Presidente De la Garza, aquí está anunció una voz mientras tocaban a una puerta.
-Adelante–respondió la voz cortante de Samuel.
Un intenso aroma a tabaco invadió sus sentidos cuando la depositaron sobre una cama mullida. Conteniendo la respiración, escuchó a Samuel ordenar:
-Despiértenla.
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Capítulo 14
-Como ordene.
Sin previo aviso, un torrente de agua helada cayó sobre ella, obligándola a abrir los ojos. La tenue iluminación de una lámpara de mesa creaba una atmósfera íntima y amenazante a la
vez.
Empapada hasta los huesos y sintiendo como si mil agujas le atravesaran la piel, Esther fingió indignación:
-¿No crees que te estás excediendo, Samuel?
-¿Excediendo? -Samuel soltó una risa gélida-. Anastasia siempre ha sido de salud frágil, y con ese carácter tan fuerte que tiene, después de lo que le hizo mi abuela, ahora está inconsciente en el hospital. Dígame, señorita Montoya, ¿no le parece que fue usted quien se excedió con sus chismes?
-Samuel, yo no he divulgado nada.
Al escucharla usar su nombre de pila, Samuel la sujetó bruscamente por la mandíbula:
-¿Esperas que te crea? ¿Eh? Esther, tú que tanto anhelabas ser la señora De la Garza… Si esta noche hago que destruyan tu reputación, publicando todos tus escándalos en las redes, ¿crees que mi abuela te permitirá volver a pisar nuestra casa?
La mirada de Esther se tornó gélida ante la amenaza. ¿Arruinar su reputación? Eso ya había ocurrido en su vida anterior, a manos de aquel despreciable secuestrador.
En el pasado, había considerado su honor como lo más valioso. Soñaba con entregarse a Samuel siendo pura e inmaculada.
Pero en el momento en que los secuestradores abusaron de ella en su vida anterior, aquella Esther ingenua y soñadora había muerto para siempre.
¿Qué importancia tenían ahora la reputación y el honor? Mientras pudiera mantenerse con vida, estaba dispuesta a sacrificarlo todo.
01.05