Capítulo 4
Justo cuando Esther terminó de hablar, el secretario personal de Samuel corrió hacia ellos con urgencia, la respiración entrecortada por la prisa.
Samuel siempre había sido conocido por mantener la compostura incluso ante las peores crisis. Era ese tipo de hombre que podría ver derrumbarse una montaña sin pestañear.-
Incluso cuando ella mencionó la cancelación de su compromiso hace unos momentos, Samuel no había movido un solo músculo de su rostro. Pero ahora, sus pupilas se dilataron y una sombra de preocupación cruzó su semblante.
Esther lo sabía perfectamente: había llegado la noticia de que Anastasia se había cortado las muñecas. La simple idea le revolvió el estómago, no por preocupación, sino por la ironía de la
situación.
Al ver que Samuel, con el rostro ensombrecido, estaba por marcharse, Esther se plantó firmemente en su camino, irguiéndose cuan alta era.
-Presidente De la Garza, nuestra conversación aún no termina -su voz sonó firme, controlada. -Quítate del camino -el tono de Samuel era glacial, con ese filo peligroso que solía reservar para sus enemigos.
Para él, esta mujer no representaba más que una herramienta conveniente para manejar los asuntos del Grupo De la Garza y mantener contenta a su abuela; jamás había sentido ni una pizca de afecto por ella.
Podría casarse con Esther, sí, pero si algo le llegaba a pasar a Anastasia este día, no se lo perdonaría jamás. El pensamiento le carcomía las entrañas.
Esther permaneció inmóvil, como una estatua de mármol, y preguntó con voz serena: -¿Tiene tanta prisa el presidente De la Garza por ir tras la señorita Miravalle?
Al escucharla, la voz de Samuel se tiñó de un sarcasmo helado: -¿Tú qué crees? Anastasia se cortó las muñecas por tu culpa. Te lo advierto, el título de señora De la Garza te lo puedo dar, pero no esperes nada más allá de eso.
Escuchando el tono cortante de Samuel, Esther sintió una risa amarga subirle por la garganta. ¡Qué ridículo! Jamás había tenido nada en contra de Anastasia, nunca había querido lastimar a nadie, pero ellos dos se habían encargado de propinarle el golpe más duro de su vida.
¡La habían convertido en la villana de su historia de amor!
Esther elevó su voz, manteniendo la dignidad: -Samuel, hoy es nuestra fiesta de compromiso. Si cruzas esa puerta para ir con Anastasia, ¡nuestro compromiso queda anulado!
Su voz no fue estridente, pero alcanzó los oídos de todos los invitados cercanos. Los flashes de las cámaras comenzaron a destellar como luciérnagas enloquecidas.
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Capitulo 4
Samuel entrecerró los ojos peligrosamente: -¿Amenazarme con cancelar el compromiso? Esther, te estás sobrepasando.
Tras estas palabras, pasó junto a ella como si fuera invisible.
Simplemente no creía que Esther tuviera las agallas para romper su compromiso con la poderosa familia De la Garza.
Viéndolo alejarse, Esther se dirigió al frente del salón con la cabeza en alto. Con una sonrisal suave pero firme, se dirigió a los invitados: -El día de hoy, el presidente del Grupo De la Garza ha decidido romper su compromiso por la señorita Anastasia Miravalle, y yo, Esther Montoya, la hija heredera de la familia Montoya, acepto su decisión. A partir de este momento, Samuel y yo tomaremos caminos separados, sin ningún vínculo entre nosotros.
Al escuchar estas palabras, Olimpia, que departía con otras damas de la alta sociedad, palideció instantáneamente. La copa de champán se le resbaló de las manos, estrellándose contra el suelo.
¿Qué? ¿Cancelar el compromiso? ¿Acaso Esther había perdido la razón?
Mientras tanto, en el auto.
-Presidente De la Garza, la señorita Montoya acaba de anunciar que cancela el compromiso. Si esto es verdad, entonces, respecto a doña Montserrat…
¿Cancelar el compromiso? Samuel soltó una risa gélida.
La familia Montoya había estado desesperada por casar a Esther con la familia De la Garza. Ella incluso había llegado al extremo de disfrazarse como Anastasia para ganarse su favor.
Ahora que finalmente lo tenía al alcance de la mano, Samuel no creía ni por un segundo que Esther cancelaría el compromiso, y mucho menos que la familia Montoya le permitiría semejante locura.
-Ve y dile a la señora Olimpia, que le informe a Esther que no me venga con jueguitos. Este puesto de señora De la Garza, si Esther no lo quiere, hay una fila de mujeres que matarían por tenerlo.
Si no fuera porque su abuela estaba tan ansiosa por tener una nuera, jamás se habría comprometido tan precipitadamente.
-Presidente De la Garza, entonces… ¿este compromiso realmente se va a cancelar?
Samuel respondió con frialdad: -La familia Montoya todavía me es útil, el compromiso debe realizarse.
-Entonces, lo que usted mencionó hace un momento…
-El compromiso se llevará a cabo, pero también necesito que la familia Montoya entienda bien cuál es su lugar.
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Capítulo 4
-¿Deberíamos mandar a alguien a explicarle la situación a la señorita Montoya?
-No hace falta.
Al mencionar a Esther, una mirada de desprecio cruzó el rostro de Samuel: -De cualquier manera, no pasará ni un día antes de que venga corriendo a pedirme perdón. Estoy harto de
sus trucos.
Durante estos tres meses, Esther se había dedicado obsesivamente a intentar ganarse su favor. No solo había investigado todos sus gustos, sino que también se había aprendido de memoria su rutina diaria y siempre encontraba la manera de atender a su abuela, ganándose su cariño.
Era francamente repugnante.
Si no fuera porque su abuela le había tomado tanto afecto a Esther, y considerando que la familia Montoya podría ser verdaderamente útil para sus planes, jamás habría elegido comprometerse con una mujer así.
Esta vez, Esther pretendía jugar al “tira y afloja” en su propia fiesta de compromiso, y él no estaba dispuesto a tolerarlo.
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